Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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El cargo de Vicepresidente de la República en Guatemala no es simplemente para ocupar la vacante temporal o definitiva en la Presidencia de la República porque tiene asignadas funciones específicas en la Constitución que le colocan en una posición de coordinar el gabinete de ministros y ser pieza importante dentro del andamiaje del gobierno. Sin embargo, es obvio que en un sistema presidencialista extremo, como el nuestro, para que todo funcione así hace falta una gran armonía entre Presidente y Vicepresidente y cualquier fisura produce una merma en la capacidad del segundo para desempeñar sus funciones constitucionales de manera eficaz porque, obviamente, todo el Ejecutivo baila al son que dicta el Presidente o la persona en quien delegue.

A partir de 1965 el Vicepresidente presidía el poco útil Consejo de Estado y su única función adicional era la de asumir la presidencia en caso de ausencia temporal o absoluta del Presidente. Ya en el 85 se le dieron más funciones que se incrementaron con la reforma en tiempos de Ramiro de León Carpio, pero de todos modos su influencia y eficacia depende de la relación que guarde con el Presidente. En no pocos casos los vicepresidentes son desplazados por personas con más afinidad con el presidente, como fue el caso de Colom con Espada, puesto que el poder de la primera dama era de tal calibre que si el pobre presidente no tenía vela en el entierro, cuánto más el pobre Vice, quien quedó muy relegado a funciones protocolarias.

No conozco al vicepresidente Castillo ni se cómo será su relación con el presidente Giammattei, pero observando el panorama lo veo como una figura solitaria que trata de hacer las cosas de la mejor manera y con evidente interés de hacer aportes positivos para el país. En la crisis que se desató por los desacuerdos entre el Ministerio de Salud y los médicos de los hospitales habilitados para tratar a los pacientes de coronavirus, hizo lo correcto al acercarse al personal médico para conocer de primera mano su situación y expresarles esa admiración que todos sentimos por quienes se están jugando la vida en larguísimas jornadas de atención, en condiciones precarias, a los enfermos que requieren tratamiento por su especial condición. Ha viajado al interior del país para hacerse presente donde ha habido conflicto y me parece que su actitud ha sido de un buen mediador y de un político sensato que escucha y busca las mejores respuestas para las situaciones que se le presentan.

Ojalá que realmente sea un importante miembro del equipo de gobierno porque se nota su sensatez y deseo de que las cosas funcionen para bien del gobierno, pero sobre todo para bien de la población. Y me impresionó mucho su llamado a que el Congreso proceda a realizar la elección de los magistrados dentro de los términos que se expresan en la resolución de la Corte de Constitucionalidad porque aunque no puede dar instrucciones al Congreso, no cabe la menor duda que tiene la autoridad moral para ofrecer un sano consejo y expresar un punto de vista sensato frente a lo que se viene con esa elección tan crucial para ponerle fin al manoseo de la justicia.

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