Roberto Obregón nació el 13 de noviembre de 1940, en San Antonio, Suchitepéquez. Poeta, ensayista y traductor. Participó en el Grupo Nuevo Signo, junto a Julio Fausto Aguilera, Francisco Morales Santos y César Brañas, entre otros.
Estudió en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Inició su vida literaria en 1961 con poemas para comenzar la vida, separata de la Revista de la Universidad de San Carlos. Posteriormente publicó los libros de poesía El aprendiz de profeta; La flauta de Ágata; Poesía de barro y El fuego perdido y un libro de ensayos.
En la Unión Soviética editaron tres de sus libros y una de estas, La flauta de Ágata, fue traducida al ruso, cuya edición alcanzó más de un millón de ejemplares. Invitado por los poetas del Grupo Piedra y Siglo, viajó a San Salvador en marzo de 1970. A su regreso, fue capturado el 6 de julio en el puesto fronterizo “Las Chinamas” y nunca más se ha vuelto a saber de él.
Poesía de barro
Misterio
En el maíz quedó oculto
aquel amargo secreto
con el que nuestros antecesores,
yéndose a la tumba,
callados se quemaban las manos.
Cosas de alfarero,
imágenes y figuras
Luna podrida de hormigas y lluvias,
de barro suave
y amarillo.
Luna de tecolotes y escarabajos quemados,
luna de cera
y agua,
¡alumbra mi rebaño de sombras!
Lunídice penumbra sobre el alfareraje
de charcas,
y de estrellas.
Y en el patio duerme la sombra
del alfarero.
De lodo,
de tierra,
esférica sombra mojada.
Sombra desmoronada, pálida, de arcilla,
enroscada
en una tinaja.
Dormida sombra
de chamuscada luna.
Sombra atestada de hormigas
Y de luna
Y de sombras de hormigas amarillas.
Sombra ceniza
entre guijarros devorada
por lúneos
zompopos
pardos.
Dobles. Por sus sombras de zompopos.
*
**
El alfarero no es él
sino su barro.
La arcilla no es ella
sino un alma clara,
cristalina
y líquida
alma de alfarero.
En un terrón se oculta un pájaro,
en otro un chavel.
En cuatro puñitos un muñeco de barro
que trae las ansias
de un cazador.
La vida, al huir por las grietas
del corazón,
suena, como en una tinaja,
y se oye como la ausencia del agua.
El alfarero muere, solo, ausente,
anónimo,
disperso en el viento,
disipado
como cenizas de sombra de algo.
Se acaba,
se hace el desaparecido,
y de pronto sus ojos miran,
entre las cenizas de un puro,
en el centro de un cenicero de barro,
o en la lengua del cansancio
de un coyote de arcilla.
Y al intentar
apresarlo,
se esfuma.
Al querer capturarlo:
¡no hay nada!
solamente un puño de tierra,
de tierra mojada.
Esta triste lluvia
La lluvia
tendida
llora en las calles
de la ciudad
abandonada.
Acuarela
Y en la orilla
empapada
una hoja
duerme
tripulada de rocío.
La lluvia
Se sentó la lluvia llorona
en el fondo
de mis ojos
a peinar su cabellera de agua.
¿Cómo quieres, Olga
dime,
cómo haré para dormirme
si siempre habla de mi patria?
Ojo de agua
A orillas del camino
hay un ojo de agua.
En él, entre las hojas, duerme
la sombra de una estrella.
Así mi patria reposa
en el fondo de mis ojos.
Interrogación
¿Y quién ahonda el pozo?
¿Y quién la pirámide levanta?
El hombre.
No, el hombre no.
¿Lo que hay en él de trágico?
Sí,
lo que hay en él de trágico:
su existencia, ¡ah! su existencia.
Selección de textos. Roberto Cifuentes Escobar