Miguel Flores
La obra de arte siempre es un enigma. El arte actual toma la experiencia sensible de la realidad y la transforma (refracta), el mensaje propuesto es desviado en un punto tal que el producto del acto de refractar algo lo magnifica. Como sucede con una cuchara dentro de un vaso con agua, el punto de refracción es la unión entre la densidad de la atmosfera y la del agua. La realidad de la cuchara es magnificada, pierde su dirección en pequeños milímetros, lo que se presenta en el agua está magnificado.
El arte actual tomas “cosas” del entorno y el artista con su poder de designación lo convierte en arte, puede que las modifique o no. Walter Benjamin en los años treinta lo había visualizado en su libro “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”. Este texto, que resucitó a finales del siglo XX y sigue vigente en el siglo XXI, reforzó las ideas del arte de finales de los ochenta y noventa.
Benjamín reflexionó sobre la autoría de la obra de arte. Hoy el artista no tiene que ser él mismo el que la elabore. Ganó la idea frente a la elaboración de la obra de la mano del artista. En la actualidad, un artista productivo tiene talleres y ayudantes y existen planos o bosquejos de las obras, otros hacen que salga del registro gráfico a lo que conocemos como realidad. Este pensador, abordó el tema de la pérdida de esa aura que persigue al arte desde el Renacimiento y que fomenta el mercado del arte. Otro concepto que puso en duda fue el de obra única; hoy el término único es relativo, claro otra vez el mercado puede o no convenirle.
El preámbulo anterior sirve de guía para acercarse a un corpus de obras que recién salen a luz en las redes sociales. Se trata de la serie Mensajes cifrados (2020), de Darío Escobar, obra que es posible describir como rótulos metálicos, algunos con impactos de bala, y lo que se conoce como pan de oro sobre puesto sobre metal.
El uso del oro no es nuevo en Escobar. Desde su emblemático vaso de McDonald, pasando por máquina de ejercicios o sus sorprendentes zapatos Nike, siempre se lee como la opulencia, el poder del dinero, signo de colonialidad. En Mensajes cifrados, el oro se confronta con lo pintarrajeado, oxidado, lo inservible y además con vestigios de haber sido traspasado por balas, por un macho que exhibe su poder contra lo inamovible, que no le puede causar perjuicio.
Esta serie es una clara lectura de la sociedad actual guatemalteca, la confrontación de clases pudientes y las desposeídas. Lo dorado –el poder y el dinero – regularmente aparece en una mínima proporción, lo rayado y tachado ocupa mayor superficie. ¿No es así la sociedad guatemalteca? Escobar marca las desigualdades patentes en el país, no solo ahora en época de pandemia. Es una diferencia que se vive desde la era Colonial y que no cambió, ni con el “conflicto armado”, la guerra, de los sesenta, setenta y ochenta y parte de los noventa.
Fuera de las concepciones ideológicas que el lector pueda asumir, Mensajes cifrados es una obra que levanta un mundo. Devela una verdad que se trata de ocultar. Escobar crea un desocultamiento de la realidad confrontando signos diametralmente opuestos. En esta serie, “verdad” significa concordancia del conocimiento con la obra. Heidegger expresaba en su obra Caminos de Bosque (Sendas perdidas), “… la belleza es uno de los modos de presentarse la verdad como desocultamiento”.