por Alejandro Bravo
Ernesto Cardenal, nació en Granada, Nicaragua el 20 de enero de 1926. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México de 1942 a 1946. En 1957 ingresó el monasterio trapense de Getsemaní. En 1959 abandonó el monasterio para estudiar teología en Cuernavaca, México.
En 1961 publicó en México su libro Epigramas donde incluyó traducciones suyas de los poetas latinos Catulo y Marcial. Cardenal usó con maestría ese poema corto, cuyo verso final es un aguijón de alacrán, tanto en el amor como en la política.
Se ordenó de sacerdote en 1965 y fundó una comunidad contemplativa “Nuestra Señora de Solentiname”, en la Isla Mancarrón, en el archipiélago de Solentiname en el Gran Lago de Nicaragua.
La vida de Cardenal ha estado muy ligada a México. Por su amistad con grandes exponentes de la literatura mexicana organizó el Comité Mexicano de Solidaridad con Nicaragua, en los días de la insurrección popular contra la dictadura somocista.
Él, en el prefacio del Canto a México lo reconoció: “No soy mexicano, pero soy de los muchos no mexicanos que aman mucho a México. Conocí a México desde mi temprana juventud y he vivido mucho en México y como muchos otros no mexicanos de México he sentido a México como mi patria”.
En el Canto a México, reúne una serie de poemas, dedicados en su mayoría al México prehispánico. Abre su colección con Cantares Mexicanos, donde en primera persona, nos narra la vida agitada de Netzahualcóyotl rey-poeta, filósofo, constructor de ciudades, quien fuera guerrillero en su juventud y se levantó en contra los opresores de Azcapotzalco, ellos mataron a su padre. Cardenal llena sus páginas con imágenes del Texcoco rebelde, con las reflexiones del filósofo tolteca sobre la brevedad de la vida, la alegría del canto, la liga de reyes-poetas construida por Netzahualcóyotl. Nos llena de la mística del poeta prehispánico conversando con el Dador de la Vida y contrapone la ciudad de este pacifista con la militarista Tenochtitlán, la de los sacrificios humanos.
Quetzalcoatl es el siguiente. Cardenal, maestro de la dualidad, en contraponer lo místico con lo terrenal, el bien y el mal encarnados en la política comienza su texto como un antropólogo-poeta.
Pregunta al decirnos si los toltecas tenían un solo Dios que se llamaba Quetzalcóatl y a su sacerdote le decían Quetzalcóatl. Y nos lleva por la historia del dios, que prohibió los sacrificios humanos, “creó el calendario, creó las artes…. puso el maíz en nuestros labios” y fundó Tula. “Por primera vez en Teotihuacan, la primera Tolan/la sonrisa de Quetzalcóatl… Cuando las grandes renovaciones urbanas. /La población muy apiñada según los arqueólogos/pero sin villas miserias” Y luego cuando se fue llegó la era de Huitzilopochtli y los sacrificios humanos.
Siguen luego poemas cortos, intensos y cargados de bellas imágenes: La niña náhuatl, Las ciudades perdidas, Milpa, La carretera, En el mar de Cortés, Reflexiones en el río Grijalva, Valle de Cuernavaca/desde el monasterio y cierra el libro con Tata Vasco, que narra la construcción de la Utopía, soñada por Tomás Moro y construida en el México colonial por Don Vaco de Quiroga -Tata Vasco- con los indios tarascos.
Canto a México lo editó el Fondo de Cultura Económica de México, como homenaje al escritor. Este libro nos educa en los altos valores de nuestros antepasados, con belleza poética y lenguaje claro, como dice el propio Ernesto. Al leerlo le decimos a Nezahualcóyotl y a Cardenal, que no han cantado en vano.