LA VIDA DE UN KANJOBAL QUE NACIÓ EN LA CIMA DE LOS CUCHUMATANES Y ALCANZÓ LA CIMA DEL ÉXITO EN EL PAÍS QUE DESECHA A LOS MIGRANTES

Dennis Orlando Escobar Galicia
Periodista

Si usted lector desea saber inmediatamente quién es Marcos Andrés Antil, ponga el nombre de él en Google y pinche. En seguida le aparecerán páginas de páginas con textos, fotografías y videos. Seguramente quedará admirado.

Pero si usted es lector inquisidor y quiere saber la casi biografía de Marcos Antil, desde cuando él trepaba los Cuchumatanes, perseguía ardillas y se alimentaba con frutas y agua de arroyos, entonces lea Migrante, libro que relata la historia, emborronada por él mismo, de quien ahora es Licenciado en Ciencias de la Computación, graduado en la Universidad estatal de California, EE. UU., empresario de mercadeo digital, fundador de la compañía XumaK en Estados Unidos que ha tenido oficinas en los Ángeles, Miami, Colombia y también en Guatemala, con clientes en más de 26 países, entre los cuales se encuentran empresas del Fortune 500.

La obra inicia cuando Marcos, de tan solo 14 años y recién “graduado” de sexto año de primaria en su natal Nancultac, municipio de Santa Eulalia, Huehuetenango, sufre un accidente en una factoría de coreanos en Los Ángeles California, Estados Unidos. No hacía mucho había llegado al norte y ya se encontraba laborando como vacacionista en su primer receso como alumno en una escuela norteamericana en la que no entendía mayor cosa porque la generalidad medio hablaba inglés o español; él tenía cierto dominio idiomático, pero de su lengua materna: el kanjobal.

Y es que Marcos Andrés lo que más quería era trabajar, ganar dólares y ayudar a su numerosa familia ya radicada en Estados Unidos, en lugar de sufrir tormentos de adaptación en una escuela que no era como la de su querida aldea huehueteca. La quemadura sufrida en la factoría y las palabras de sus padres y hermanos mayores que lo alentaban a estudiar para no tener una vida inhumana, le provocaban terribles angustias. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer? Era su desasosiego.

Hijo de Marcos Andrés y de Lucín Cuxín. Él nacido en 1943 y ella en 1953, ambos de familias pobres e indígenas de Huehuetenango, uno de los departamentos con los más bajos índices de desarrollo humano del occidente de Guatemala. Después de haberse unido, cuando él tenía 23 y ella 13, tuvieron nueve retoños; ocho nacidos en la penuria guatemalteca y uno en el consumismo estadunidense.

Marcos Antil desde su nacimiento (4 de octubre de 1976) hasta los 14 años en Santa Eulalia sufrió los flagelos de la pobreza y de la violencia política que en ese tiempo prevalecía en la región occidental de Guatemala. Sus padres, ambos descendientes de campesinos alcohólicos, eran cortadores de café y sembradores de maíz o trigo en fincas alejadas de su comunidad. Con el tiempo ascendieron porque papá Marcos se convirtió en caporal y mamá Lucín en la encargada de hacer cientos de tortillas y dar tres tiempos de comida a todos los jornaleros.

En muchas ocasiones viajaron a fincas muy lejanas de su natal Nancultac, en compañía de sus hijos, entre ellos el pequeño Marcos Andrés. Dejaban su casa hasta por seis meses para ganar el sustento de toda la familia. Eran desplazamientos azarosos que ponían en peligro la vida. En una de esas travesías una de las pequeñas hijas se enfermó y ante la falta de atención médica falleció. Fue sepultada lejos de su tierra originaria.

Marcos vivió la violencia de los años 80. En ese tiempo el Gobierno de Efraín Ríos Montt impulsó, en 1982, la llamada Tierra arrasada que era una estrategia del ejército que buscaba aniquilar la base social rural de la guerrilla en Guatemala. La consigna era quitar el agua al pez, es decir, “destruir las comunidades que pudieran apoyar a la guerrilla para que ésta no pudiera sostenerse en el apoyo popular”.

“Durante nuestras estadías en Cocolá Grande podíamos ver el sobrevuelo de aviones sobre la planicie de Ixcán, en el vecino departamento de Quiché”, relata Marcos Antil en el libro.

El padre de Marcos fue asediado por ambos bandos del conflicto armado, ejército y guerrilla, por lo que finalmente, antes de perder su vida, en 1987 decidió irse indocumentado a Estados Unidos. Un año después, en 1988, también partió la madre de Marcos y hermanas; en seguida se fueron los dos hermanos mayores para que fueran a trabajar a las fábricas de ropa de los Ángeles, California.

En la madrugada del 27 de noviembre de 1990 llegó a los Estados Unidos, después de doce días de peligrosa travesía, el último miembro de la familia Antil que huía de Guatemala: Marcos Andrés Antil. Toda la familia trabajando de sol a sol reunió suficiente dinero para pagar a los Coyotes quienes se encargaron del traslado. Al llegar, la familia recibió con regocijo a Marcos Andrés y desde el primer momento lo motivaron a ponerse a estudiar. A partir de ese momento empieza a escalar la cima de otra cumbre: la del éxito profesional.

Después de obtener el bachillerato en la Belmont High School, con el ánimo de su familia y los consejos de sus profesores que descubrieron su talento, Marcos Andrés decidió seguir en la universidad.

“Marcos, tú eres nuestro hijo y te amamos. Solo queremos decirte tu mamá y yo, que no solo te damos permiso de que vayas a estudiar, sino que nos sentimos muy orgullosos de que hayas tomado esta decisión. Eres la primera persona de nuestra familia que irá a la universidad”, le dijeron sus padres.

El estar en la universidad no le fue como miel sobre hojuelas: “En varias ocasiones para ahorrar dinero me compraba una hamburguesa de 99 centavos Whopper (…) y la dividía en tres partes que me servían de desayuno, almuerzo y cena”. “Trabajaba a tiempo completo, estudiaba hasta las tres de la mañana y dormía 165 minutos. A las cinco me levantaba y a repetir el círculo”.

“Con esto me di cuenta de que la mentalidad enfocada en aprender y no concentrada en punteos o memorización, alimenta la creatividad y eventualmente la innovación que los siguientes años serían fundamentales para mi desarrollo profesional en un mundo competitivo”, acota en la obra.

Después de graduarse con honores en EE. UU., trece años después (2013) regresó a Guatemala –en avión y asiento de primera– y se impresionó de ver tanta pobreza, tantos niños pidiendo dinero por las calles.

A su retorno a EE. UU. fundó Xumak (florecer en kanjobal). Le puso ese nombre porque “siempre me he sentido orgulloso de mi cultura kanjobal y de mi idioma materno”.

Actualmente, Marcos Antil ayuda a niños de varias aldeas como Nancultac, impulsa proyectos educativos, uno de ellos en Cocolá Grande en donde los jóvenes no tenían como estudiar el ciclo básico y el bachillerato y ahora ya cuentan con esa oportunidad, mediante proyectos sostenibles.

“Prosigo metas más altas que las que he conseguido, porque soy heredero de la cultura maya, porque llevo en mi ADN el alma kanjobal y porque soy orgullosamente nacido en Guatemala, tierra dichosa, tierra sufrida, la tierra del sagrado Quetzal”., finaliza diciendo Marcos en su obra de 302 páginas con 31 capítulos.

Libro de auténtico contenido de superación y de motivación para los jóvenes que desean escalar cimas para tener una vida próspera. El autor nos enseña que la tenacidad, el sacrificio y la disciplina son factores fundamentales para lograr los objetivos propuestos. Además, nos enseña que no debemos de acomplejarnos ante las adversidades, ni sentirnos inferiores o desvalidos.

Marcos Antil también enseña a mantener nuestra identidad cultural y a amar a nuestros seres queridos, tanto familiares como amigos y a quienes formaron parte de nuestro grupo social y sufrieron los mismos flagelos de la pobreza.

Migrante es una historia de vida que nos llena de optimismo y pensar que otros Marcos pueden unirse y hacer otra Guatemala.

La obra ha sido comentada por diversas personalidades de la opinión pública de Guatemala, entre ellas: Rigoberta Menchú dijo: “La vida de Marcos Antil, es emocionante e inspiradora, nos invita a curar el alma de odios, rencores o envidias y demuestra que no hay nada imposible”.

Luis von Ahn expresó: “Increíble, respeto a Marcos Antil. Lo que ha logrado después de nacer con una situación socioeconómica mucho menos afortunada que la mía, es para quitarse el sombrero”.

Irma A. Velásquez Nimatuj escribió: “Marcos Antil ha escrito con excepcional lucidez el desarraigo que provoca la migración forzada de la juventud maya de Guatemala. Su testimonio es un impactante ejemplo de la tenacidad de las y los hijos de los mayas que emergen de entre cenizas del genocidio de la década de 1980 y que elevan por la bóveda celeste para brillar con luz propia, sin renunciar a sus orígenes ancestrales”.

Marielos Chang subrayó: “Marcos nos abre las puertas a sentir de nuevo. Escrito con una hermosa simplicidad, desnuda el romanticismo que hay detrás de la migración y les da vida a esas voces olvidadas. MIGRANTE nos recuerda que “todos somos Marcos”.

PRESENTACIÓN

Marcos Antil es un guatemalteco de esos que provocan orgullo en un país agobiado por las malas noticias y el desánimo. Un personaje al que los norteamericanos suelen llamar “a self-made man”, esto es, alguien que ha alcanzado el éxito a fuerza de buena voluntad y enormes sacrificios personales. Antil pertenece a esa estirpe de hombres bravos.

La pasión de Antil ha quedado registrada en el libro, Migrante, un texto que comenta en nuestro artículo principal el periodista, Dennis Escobar Galicia. Su contenido da cuenta no solo de la inteligencia del huehueteco, su determinación y resiliencia, sino de la calidad humana que lo convierte en una figura humilde, orgullosa de su cultura y generosa con su comunidad.

Esto lo reconoce, por ejemplo, Luis Von Ahn que dice lo siguiente:

“Increíble respeto a Marcos Antil. Lo que ha logrado después de nacer con una situación socioeconómica mucho menos afortunada que la mía es para quitarse el sombrero”.

Mientras le recomendamos la lectura sobre la vida de Marcos Antil, le sugerimos los otros textos de Karla Olascoaga, Hugo Gordillo y Miguel Flores.  En ellos, nuestros colaboradores expresan sus sentimientos y la visión de un mundo fragmentado que, como en el caso de la propuesta de Olascoaga, lleva a la depresión y a la “fuga”.  Nuestro deseo es que la variedad ofrecida incida en la manera cómo percibe la vida para gestionarla de manera más rica en provecho personal.

Seguimos con gusto las opiniones expresadas sobre el valor de nuestro Suplemento y las emociones compartidas por la lectura de los textos. Somos una comunidad con intereses comunes: el crecimiento personal, la pasión por la cultura y la confianza en la superación de los males que aquejan al país.  Es una suerte de bendición compartir la vida por medio de las lecturas semanales.  Hasta la próxima.

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