Dennis Orlando Escobar Galicia
Periodista
Este 20 de octubre se conmemoran 75 años de la Revolución de Octubre (1944-1954), hecho histórico que acabó con la dictadura de catorce años del general Jorge Ubico Castañeda e inició una década que se llamaría “La primavera democrática”. En la primera etapa Guatemala fue gobernada por el doctor Juan José Arévalo Bermejo que impulsó una serie de reformas en beneficio del desarrollo socioeconómico: emitió el Código de Trabajo e impulsó el desarrollo sindical, creó el IGSS, fomentó la educación pública en todos sus niveles y consolidó la autonomía de la Usac.
En la segunda etapa fue gobernada por el coronel Juan Jacobo Árbenz Guzmán quien continuó con el proceso de modernización del país: Ley de Reforma Agraria (Decreto 900), construcción de carretera de Ciudad de Guatemala al Atlántico, construcción del Puerto Santo Tomás de Castilla, construcción de planta de generación eléctrica Jurún Marinalá.
Desgraciadamente el gobierno Arbencista tan solo duró cuatro años, en virtud de que en 1954 fue interrumpido ferozmente por los autollamados liberacionistas encabezados por el coronel Carlos Alberto Castillo Armas (CACA), financiado y ayudado por la United Fruit Company (Ufco), la CIA, el Departamento de Estado de EE. UU. y demás gobiernos dictatoriales de la época, tal el caso de Somoza de Nicaragua y Leonidas Trujillo de la Dominicana, así como también por algunos rancios terratenientes guatemaltecos. Es de mencionar que la Ufco, el pulpo bananero, impuso economías de enclave en varias repúblicas latinoamericanas.
Tiempos recios trata de la mentira que, durante muchos años, utilizó Estados Unidos para justificar el golpe militar que dio al traste con el proceso revolucionario guatemalteco: “Árbenz alentaba la entrada del comunismo soviético en el continente”. En el inicio de la obra, el Nobel de Literatura nos introduce con un Antes, algo parecido a un marco teórico de investigación, en el que se menciona a dos personajes que, según el autor, son los que influyeron en el destino de Guatemala y Centroamérica en el siglo XX: Sam Zemurray, el padre de la Ufco en C.A. y Edward L. Bernays, el publicista y relacionista público que manipuló la información para que todos creyeran que Guatemala se estaba sometiendo al comunismo y a la URSS.
El primer apartado, de los treinta y dos que consta la obra de 353 páginas (Alfaguara, 2019), trata de los orígenes de Martita Borrero Parra “a quien, desde la cuna, por bella, viva y vivaracha apodaron Miss Guatemala”. Ella, años después, se convertiría en la amante de CACA y que cuando éste es asesinado huye a la República Dominicana para salvaguardar su vida porque se le señala como posible autora del crimen. En Después, una especie de epílogo de la obra, Vargas Llosa logra una entrevista con Marta Borrero Parra, ya octogenaria y ahora residente “entre Washington D.C. y Virginia, no muy lejos de Langley”.
La obra no está escrita de manera lineal y cronológica, por lo que el lector requiere un esfuerzo para atar cabos y configurar la historia de mentiras, conspiraciones internacionales e intereses tropezados que acabaron con lo que pudo ser una revolución pacífica que propiciara el desarrollo socioeconómico y político de Guatemala. Lo cierto es que por momentos hay mucho suspenso, cual si fuera una novela policiaca, que mantienen al lector pendiente de lo que pueda ocurrir.
Este suspenso aumenta por tratarse de un autor que abdicó de las ideologías izquierdistas, convirtiéndose en un derechista y severo crítico de la Revolución Cubana y de otros gobiernos contrarios al neoliberalismo. En lo personal hasta llegué a pensar que el laureado escritor y Premio Nobel de Literatura injuriaría con falsedades (pero muy bien argumentadas) a Arévalo y Árbenz y justificaría a los liberacionistas y a los EE. UU. por su maléfica acción contra la Revolución de Octubre.
Mario Vargas Llosa para escribir Tiempos recios recurrió a la investigación científica: leyó y analizó los diarios y revistas de la época en que transcurre la novela, facilitados por la directora de la Hemeroteca Nacional de Guatemala; investigó en la biblioteca de la Universidad Francisco Marroquín; conversó con ilustres intelectuales como Francisco Pérez de Antón; visitó los lugares donde tuvieron lugar las acciones militares de la revuelta liderada por Cara de Hacha (apodo de CACA); y conoció algunos “secretos de la ciudad de Guatemala”. La ética, seguramente, le sirvió para descubrir la verdad de los hechos y conformar una novela de historia política. El genio literario de Vargas Llosa hace que Tiempos recios sea algo más que un gran reportaje o reportaje de investigación.
La calidad literaria de Vargas Llosa nos hace ver el pasado como si él hubiese estado presente, en virtud de que menciona calles, personajes y lugares de la época, tal el caso del Hotel Panamerican, la Mansión San Francisco, Colegio Belga Guatemalteco, los burdeles del barrio de Gerona. Hasta menciona los discos del autor que la dueña de uno estos últimos lugares, Miriam Ritcher, ponía a los asistentes: el bolerista Leo Marini.
En la obra se destacan las cualidades morales de Árbenz, como el de cumplir su palabra de no ingerir bebidas alcohólicas durante el tiempo que durase su mandato, y de trabajar por un gobierno democrático, no comunista, que propiciara el bienestar de las mayorías, principalmente del sector campesino. Él insistía en que solo deberían de expropiarse las tierras ociosas y que la Ufco debería pagar impuestos, respetar a los obreros y admitir la formación de sindicatos “y convertirla en un modelo a fin de atraer a otras empresas, norteamericanas y europeas, indispensables para el desarrollo industrial del país”.
La obra, por lo tanto, en constreñido epítome, intenta literariamente mostrarnos la realidad de los hechos y demostrarle al mundo que una mentira alteró el proceso revolucionario de un país, Guatemala, que en la actualidad sufre de altos índices de extrema pobreza y donde prevalece la corrupción y la impunidad gubernamental.
“ Hechas las sumas y las restas, la intervención norteamericana en Guatemala retrasó decenas de años la democratización del continente y costó millares de muertos, pues contribuyó a popularizar el mito de la revolución armada y el socialismo en toda América Latina. Jóvenes de por lo menos tres generaciones mataron y se hicieron matar por otro sueño imposible, más radical y trágico que el de Jacobo Árbenz”, finaliza escribiendo Mario Vargas Llosa.
Presentación
Los buenos libros no dejan de ser subversivos y reveladores. Lo son en virtud de la capacidad con la que descubren la realidad por vía extraracional. Es el privilegio de los artistas que desde los orígenes del mundo han sido los intérpretes de los misterios ocultos al ojo humano. Menuda experiencia la estética.
La literatura, a la vez, no suele ser complaciente ni portadora de un irenismo soso dirigida a la paz de los falsos espíritus.
Lo suyo es la violencia con la que, a través de su hermenéutica, genera por la vía crítica un nuevo horizonte. Desestabiliza y sacude las convenciones que ocultan la verdad del mundo gracias a la problematización de su contenido. Es desde esta perspectiva que hay que considerar el ruido provocado por Vargas Llosa a través de su libro reciente, “Tiempos recios”. El escritor, que en materia de ensayos es más lúcido, no necesitó demasiada ficción para alborotar el cotarro de nuestra rancia intelectualidad liberal que ahora duda de la ortodoxia del otrora santo pagano.
Para hablarnos de la obra del apóstata, el Suplemento ofrece el examen de Dennis Escobar Galicia. El periodista se refiere al carácter del texto, sus claves de comprensión y el balance presuroso que genera una lectura apenas terminada. Se trataría, por ello, de una reflexión que por su naturaleza debe ser recibida como un primer intento de aproximación crítica.
Nuestro artículo principal es acompañado por las contribuciones literarias de Catalina Barrios y Barrios, Adolfo Mazariegos y Hugo Gordillo. Los tres autores tienen recorrido intelectual y les caracteriza su pasión por la investigación y las letras. Disfrute sus propuestas y no deje de compartirnos su opinión por la vía digital o física. Es un gusto tener noticias suyas. Hasta la próxima.