Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Carlos Figueroa Ibarra

El miércoles 2 de octubre de 2019 el presidente Lenin Moreno anunció un conjunto de medidas económicas que se han denominado “paquetazo”. Este apelativo remite a las medidas de austeridad neoliberal que los gobiernos latinoamericanos realizaron años atrás a cambio de préstamos del Fondo Monetario Internacional y de otros organismos internacionales. Es exactamente lo sucedido en Ecuador: Moreno regresa al país unos 15 o 20 años atrás con dichas medidas que culminan su traición a los ideales de la Revolución Ciudadana. Esa noche largas filas de vehículos se apostaban en las gasolineras para realizar compras de pánico fundado: la eliminación de los subsidios a la gasolina y al diésel ha incrementado hasta en 123% el precio de las gasolinas. En la madrugada del 3 de octubre ante el paro decretado por los transportistas (camioneros, autobuses y camioneros), Moreno decretó el Estado de Excepción y ha desplegado a 24 mil militares y 5 mil reservistas para contener las protestas además de las diversas policías.

El movimiento se ha expandido por todo el país y tiene su epicentro en los estudiantes de Quito y en los indígenas serranos, particularmente los agrupados en la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE). Al momento de escribir estas líneas, Ecuador se encuentra convulsionado en sus tres regiones Sierra, Costa, Oriente. Se encuentran movilizadas nueve de las diez provincias de la Sierra, entre ellas Pichincha que comprende a la ciudad de Quito (convertida en una ciudad en rebelión), al igual que cinco de las seis provincias de la Amazonía. Moreno ha tenido que trasladar su gobierno a los distintos poderes del Estado a Guayaquil porque estima que allí estarán más seguros. El lunes 7 de octubre expresó que se había acabado “la zanganada”, es decir los ladrones y criminales desestabilizadores. Acusó a Nicolás Maduro y a Rafael Correa de ser los orquestadores de un golpe de Estado y también a Ricardo Patiño (excanciller), Virgilio Hernández (exasambleísta) y Paola Pabón (Prefecta de Pichincha).

No se debe a ellos “la rebelión de los zánganos”. Parte de la resistencia es un movimiento indígena que ha manifestado su distancia con respecto a Correa. Son los que en número de 50 mil han llegado a Quito el martes 8 de octubre. En un país en donde el movimiento indígena fue protagonista de grandes luchas antineoliberales entre 2000 y 2005, con una población que expresó su repudio al neoliberalismo y la corrupción en las elecciones de 2006, 2007 y 2009, difícilmente podía ser recibido sin convulsiones un “paquetazo” como el que le recetó Moreno al pueblo ecuatoriano. Además de la eliminación del subsidio a la gasolina, las medidas neoliberales comprenden reducción de 20% de salarios a empleos temporales, reducción de vacaciones a funcionarios públicos, donación de un día de salario al mes, modificaciones en jubilaciones y en contratos laborales además de reducciones de impuestos que favorecen a las empresas privadas.

No cabe duda, en Argentina y en Ecuador por fortuna, la restauración neoliberal está fracasando.

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