Martín Banús M.
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“…y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío”. Romanos, 27
Vamos a retomar nuestro artículo del pasado martes. Habíamos ofrecido una segunda columna dedicada a las respuestas que dio el Papa Francisco I, cuando fue interrogado entre otras cosas sobre los homosexuales. Respondió: «Si una persona es gay, busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?», añadiendo seguidamente que, “lo importante es la persona”…y que «el catecismo enseña que no hay que marginarlos». Dijo además que lamentaba que la Iglesia hubiera siempre “crucificado” a los homosexuales… ¡Bueno!
El Jerarca de la Iglesia Católica prevé la vulnerabilidad de su postura y por ello intenta protegerse por varios flancos, pero es en vano porque simplemente no se puede tapar el sol con un dedo.

Aparte de que nunca hemos sabido de algún homosexual crucificado por la Iglesia, cabría decirle a su “Excelencia” que desde su tibia e indefinida posición, también los pederastas, los tratantes de personas, los narcotraficantes, asesinos, estafadores y explotadores, deberían también eximirse de su juicio, pues, ¿quién es él para juzgarlos? No hay porqué suponer que ellos no buscan a Dios ni que carezcan de buena voluntad tal como los homosexuales. ¿O no? ¡Va a disculpar “Santidad”, pero con lo que dice no alcanza ni para los botones!

Todos hemos conocido y tratado a más de alguna persona homosexual. Suelen ser a la vista, amables, solidarios y sociables, pero ello no borra ni permite pasar por alto su desviación ni su espantosa como amoral conducta sexual, misma que exhiben desvergonzada y públicamente, enarbolando un desubicado “orgullo gay”, en franco desafío a las bases en que nos hemos formado y se forman las futuras generaciones.

Por ello nos llamó poderosamente la atención la ligereza con la que la cabeza Vaticana asume su ya muy cuestionado rol moralista, sobre todo porque el sucesor de Pedro, por primera vez ha reconocido abiertamente, la existencia de un “lobby gay” en el interior del Vaticano, así como un alto porcentaje de homosexuales entre la curia.

Quizás el “Santo Padre” cree que la feligresía pretende un juicio tipo “inquisicional” con el fin de llevar a los homosexuales a la hoguera. ¡Nada de eso! Suponemos que para la gran mayoría de los fieles bastarían dos cosas: Primero, definir la homosexualidad como algo inmundo y como un crimen indiscutible a la moral, a la naturaleza y por si fuera poco, contra la Biblia misma. Y segundo, que se esclarezca lo que ya el mismo prelado vaticano también confirmó, nada menos que ese “Lobbie gay” dentro del Vaticano mismo.

Elmar Maeder, exjefe y Director de la Guardia Suiza, dijo en una entrevista que “los gays dentro del Vaticano, tienden a solidarizarse recíprocamente, lo que los lleva a ser más leales entre ellos mismos que con la institución que representan”, por lo cual, “terminan por constituir una auténtica sociedad secreta, tan secreta dentro del Vaticano, que pone en peligro la misma seguridad del Papa”. Imposible no acordarse de Juan Pablo I, ¿no?

Lo que era un rumor, hoy se confirma: Un cúmulo de intrigas vaticanas, las luchas internas de poder, corrupción en sus finanzas, la turbulenta y depravada vida homosexual de algunos de los altos dignatarios del Vaticano y diferencias insalvables dentro del Colegio Cardenalicio relativos al nuevo rumbo al que debe orientarse la Iglesia, fueron mucho para Benedicto XVI y prefirió abdicar…

Al saber de semejante y degenerada realidad vaticana, –ya confirmada por Francisco I–, no es de extrañar que pretenda quitarle importancia a semejante amoralidad criminal, sobre todo cuando hay niños y niñas involucrados. ¡Aquí no caben los términos medios! ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero como eres tibio y no frío o caliente, te vomitaré de mi vientre”. (Ap. 3; 15,16)

Tampoco se trata de marginarlos ni de menospreciarlos, ¡claro que no! Antes que nada se debe tomar consciencia de la complejidad, la gravedad, la amenaza y el desafío que la homosexualidad y el homosexualismo, –que no son la misma cosa, representan para la sociedad y el sistema. Pero otra cosa muy distinta es verlos, como sugiere el “Papa Sensación”, como simples pecadores… ¡porque sencillamente no lo son!

El homosexualismo avanza y está basado en una lujuria invertida, que corrompe y degenera al sujeto confundido e ingenuo, quien después corromperá y degenerará a muchos más. Su desvarío lujurioso es una abominación y resulta impostergable controlar la porquería de cine y de TV que llega tan libremente al país

Nadie con mínima lucidez puede suponer que penetrando sexualmente y/o siendo penetrado por el ano, se pueda estar a la vez, en “búsqueda de Dios”. Tampoco tiene madre decir, –con el perdón del Papa y de toda la “cachurecada”–, que el cura que cuida e instruye a los niños, tiene “buena voluntad” mientras abusa sexualmente de ellos y traiciona la más elemental confianza… ¿O nos equivocamos?

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