Eddie Murphy en una escena de "Dolemite Is My Name". Foto la hora: François Duhamel/Netflix vía AP)

Por JAKE COYLE
NUEVA YORK
Agencia (AP)

Cuando una película hace un primer contacto con el público, pueden pasar cosas extrañas. Un ejemplo de esto es «Dolemite» de Rudy Ray Moore, un clásico del “blaxploitation” (filmes de explotación negra) de 1975.

La producción caótica y barata parecía destinada al fracaso antes de que la audiencia de un cine abarrotado la viera y le encantara. Así nació una sensación de culto.

La historia de esa cinta quijotesca, y de la transformación total de Moore en su famoso alter ego proxeneta, es narrada en «Dolemite Is My Name» de Craig Brewer. El filme, con una radiante actuación de un rejuvenecido Eddie Murphy, es un retrato amoroso del cine hecho por intuición y de la naturaleza impredecible y transformadora de las salas de cine.

«Dolemite Is My Name» (traducida al español como “Dolemite” o “Yo soy Dolemite”), junto a otros 132 estrenos mundiales, tendrá su propio encuentro con los cinéfilos esta semana en el Festival Internacional de Cine de Toronto. A partir del jueves, unas 245 películas se exhibirán en Toronto, el festival de cine más grande de Norteamérica donde se estrenarán casi todas las películas más destacadas del otoño boreal.

«Estoy curioso de ver qué piensa un público de amantes del cine. Al menos para mí, es una carta de amor a ese espíritu de cine de guerrilla y de cine independiente», dijo Brewer, quien creció en Memphis, Tennessee, haciendo cortometrajes con una cámara adquirida en una casa de empeño.

Por supuesto, la experiencia cinematográfica exaltada en Toronto está bajo asedio desde varios frentes que incluyen Netflix. El servicio de streaming estrena algunas películas en cines por un tiempo limitado y otras directamente en su plataforma. Con todo y su celebración del cine de otra era, «Dolemite Is My Name» es un estreno de Netflix, una ironía que según Brewer no ha pasado desapercibida por la compañía.

Toronto, que le sigue a los festivales de Venecia y Telluride, difiere de esas plataformas en un aspecto dramático: tiene una ciudad repleta de audiencias reales. Gente que de verdad compra boletos para ir al cine, no sólo artistas vestidos de gala y críticos. Eso ha hecho que el festival, en su 44ta edición, no sólo sea un líder de la temporada del Oscar sino un elemento vital para estrenos que este año incluyen «A Beautiful Day in the Neighborhood», »Knives Out», »Harriet» y »Jojo Rabbit», así como la presentación de filmes que ya despertaron interés en Telluride y Venecia como «Joker», »Marriage Story», »Ford v. Ferrari», »Waves» y «The Two Popes».

«Just Mercy», protagonizada por Michael B. Jordan como el activista y abogado Bryan Stevenson, no se estrenará comercialmente hasta el 25 de diciembre. Pero para muchas cintas, especialmente aquellas que esperan ser nominadas al Oscar, la temporada de premios ya truncada (los Oscar se adelantaron al 9 de febrero) significa una contienda acelerada.

Y Toronto ha sido una puerta de entrada importante. La ganadora del Oscar a la mejor película del año pasado, «Green Book» (“Green Book: una amistad sin fronteras”), se estrenó en el festival canadiense, donde obtuvo el máximo honor: el People’s Choice Award (un premio del público).

Como muestra de la importancia de la audiencia en Toronto, todas las ganadoras de este honor la última década han sido nominadas al Oscar a la mejor película.

El festival también refleja la diversidad de su ciudad, dijo Cameron Bailey, director artístico y copresidente del evento. El programa de este año incluye un 36% de películas dirigidas por mujeres, más que cualquier otro de los grandes festivales. Y aunque eventos como el de Venecia han presentado obras de directores polémicos como Roman Polanski y Nate Parker, Toronto ha seguido un camino diferente al enfocarse en la inclusión.

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