Mario Roberto Morales
Miembro de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española
Primero, tuvo usted que escamotear su participación en esta fuerza política cuando eso implicaba un riesgo. Debió escapar de sus obligaciones de mala conciencia, y del país, o bien permanecer en él callando, en la sombra, sueldeando por ahí, ocupando los puestos que dejaban vacíos los mártires, los militantes que se iban a la clandestinidad y los exiliados.
Después, cuando el movimiento estaba derrotado y ya no se corría ningún peligro por “ser de izquierda”, usted hubo de radicalizarse a ultranza, o bien pregonarse neomarxista, aduciendo creer en las teorías del socialismo y enorgulleciéndose de no haber tenido nada que ver con las luchas concretas para ponerlas en práctica. Esto, pensó usted, lo eximía de desagradables responsabilidades históricas y a la vez le otorgaba una imagen de alguien que seguía siendo políticamente consecuente en una época en la que muchos reniegan de sí mismos y otros denuncian con justicia la traición de la izquierda. En dos platos, para que su oportunismo siga teniendo éxito debe usted insistir en ser, constitutivamente, un cobarde.
Hecho esto, usted ha debido escarbarse un espacio en la institucionalidad pública a base del sacrificio de la politiquería y el servilismo, y también colarse en las páginas de opinión de los diarios para “representar”, con amplio despliegue de tonos resentidos, un punto de vista “de izquierda”.
Pero para asegurarse de que la izquierda oficial no le fuera a hacer la guerra por los medios que ésta mejor maneja (la calumnia, la intriga y el chantaje “moral”), usted ha debido afiliarse a ella, mejor si indirectamente, en alguna de sus fundaciones u oenegés.
A partir de aquí, usted está listo para hacer carrera y llegar a convertirse en un santón local, en una celebridad de su casa y vivir para siempre en el goce del prestigio provinciano a prueba de toda sospecha. Lo cual puede conseguir con mayor celeridad si se dedica a defender causas que tienen muchos adeptos, por ejemplo, a exaltar a escritores que no necesitan de su exaltación o a instituciones que, aunque padezcan la corrupción y la impunidad, tienen una inercia de años o siglos que le puede garantizar a usted muchos simpatizantes de su defensa.
Es aconsejable que se deje engordar para ofrecer al populacho una imagen de respetabilidad bonachona, y que empiece a actuar como viejo, a pensar como viejo, a comportarse como viejo. Es más, sea solemne, sude en los actos públicos y adopte siempre un melancólico aspecto porcino, lo cual le ganará la simpatía inconsciente de quienes en su niñez leyeron la historia de los tres cochinitos: es decir, de casi todo el mundo. En otras palabras, para que su oportunismo tenga éxito permanente debe ser usted, estructuralmente, un hipócrita.
Luego alquile su pluma, apoye a candidatos a alcalde, presidente, rector y similares y tenga el valor de cambiar de candidato según vaya siendo la tendencia electoral: alabe a uno cuando esté ganando, y luego atáquelo cuando esté perdiendo, y alabe a quien haya atacado antes. Todo esto debe hacerlo sin escrúpulos ni miramientos, apelando al pensamiento político moderno. Otra cosa que puede hacer es apoyar a un candidato públicamente y a otro en secreto, así no tendrá que perder nunca. Dicho de otra forma, para ser un oportunista de éxito debe ser usted lo que ha sido hasta ahora, un corrupto.
También tiene usted que saber tergiversar argumentaciones y mentir, calumniar y denigrar para poder así echar una cortina de humo sobre su asumida incapacidad intelectual, académica, cultural; incapacidad que lamenta porque percibe estas actividades como cumbres incuestionables del prestigio. Ya sabemos, por otra parte, que si usted tuviera capacidades de este tipo no tendría que ser un oportunista. De modo que su inhabilidad para razonar, argumentar y polemizar debe ser sustituida por su habilidad para denigrar a la persona de sus desafectos en vista de que no puede combatir sus argumentos. En otras palabras, para ser un oportunista de éxito debe ser usted un perfecto mediocre.
Repita estos pasos una y otra vez a lo largo de su vida, sobre todo cuando se acercan elecciones de funcionarios que le puedan ser útiles para la forma de sobrevivencia para la que lo dotó la naturaleza. Lo cual quiere decir que para tener éxito en el oportunismo debe ser usted (no inteligente sino) persistente y tenaz. Insista en sus mentiras sin molestarse en atender las razones de quienes polemizan con usted, haga oídos sordos a esas razones e insista en su sandez, sea necio (otro de los requisitos del oportunista de izquierda exitoso), terco, falsamente tolerante y cínico. ¡Y adelante!