POR MARIELA CASTAÑÓN
mcastanon@lahora.com.gt

Norma Maritza Ramos es una profesional con 20 años de experiencia en la docencia. Ella reside en la zona 5 cerca del albergue de Migración; su principal preocupación es la niñez migrante que ha visto por este lugar. Norma ha ayudado a personas de diferentes nacionalidades, no tiene prejuicios y no es indiferente a las necesidades de su prójimo.

La noche del 10 de junio llovía. Los extranjeros, la mayoría de Haití, buscaban refugio en las cornisas de las viviendas. Cubrían con lo que podían a los niños y bebés. No lograron entrar al albergue de Migración, debido a las diferencias que se dieron porque las autoridades intentaron trasladarlos a Honduras y ellos se opusieron.

Norma veía lo que pasaba; los niños fueron su principal preocupación y por eso decidió ingresar a su casa a un total de 22 personas: 12 niños y 10 adultos.

La maestra relata que la religión que profesa la motiva a actuar de esta forma, no es la primera vez que ayuda a personas migrantes.

“Soy una cristiana católica y considero que todos valemos igual como personas, estaba viendo las condiciones infrahumanas en las que estaban los niños, que fue a quienes más ingresé, había niños con neumonía que están en el hospital. Mi corazón no podía permitir que los niños siguieran sufriendo. Había niños vomitando, con diarrea, llamé a los bomberos y se los llevaron”, explica Ramos.

La guatemalteca también proporcionó alimentos a las familias migrantes, compartió los servicios de su casa como duchas, sanitarios; además, con la ayuda de otras personas compró pañales y leche para los bebés.

Norma recuerda las dificultades de ser migrante, pues ella también lo fue, enfrentó varios desafíos durante su niñez. Ella perdió a su padre cuando tenía cinco años, durante el Conflicto Armado Interno; tuvo que dejar el departamento donde vivía y movilizarse a la capital.

SIN PREJUICIOS, NI INDIFERENCIA

Desde el 6 de enero del año pasado, Norma ayuda a las personas migrantes, ella residía antes en otro lugar, pero tenía que trasladarse a un área céntrica, por eso se mudó con su familia a la zona 5 donde alquila una casa.

En este tiempo, Ramos ha ayudado a cubanos, venezolanos, hondureños, haitianos y africanos, se comunica con quienes no hablan español por medio de la ayuda de sus familiares que hablan inglés y por líderes religiosos que logran comunicarse con personas africanas.

La intención de la maestra siempre ha sido ayudar, sin ningún prejuicio, por eso el año pasado consideró que debía poner un rótulo que decía: “Si eres migrante y necesitas algo toca a mi puerta”, sin embargo, su familia y vecinos le advirtieron que podía ser peligroso, por eso quitó el mensaje.

Cada vez que las personas migrantes necesitan apoyo, la maestra abre la puerta de su casa, o sale a la calle a compartir café, galletas, pan o lo que tenga.

Norma Maritza Ramos no tiene prejuicios y no es indiferente a las necesidades de las personas migrantes.

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