Cartas del Lector

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Alfonso Mata

Ella me miró un instante ante la pregunta que le hice, bajó la vista y movió negativamente la cabeza:

¡Calla! no hables de política. Ese espacio en la actualidad pertenece a oportunistas y aprovechados, cuando los que ahí deberían de estar y definir son hombres y mujeres con fortaleza espiritual y moral; pero para llegar a eso se necesita poseer un alma seria y valiente, enemiga de las medias tintas y cumplidos. Lamentablemente tener esa cualidad, sólo le es dado a alguien que pueda odiar lo que ama; ese amor lleno de satisfacciones, deseos y pasiones, que terminan empeñando la conciencia de uno para siempre pues esa manera de amar exige cada vez más y corrompe de igual. Nuestros políticos actuales desde el que está en el puesto más arriba hasta el que ocupa el de más abajo, son incapaces de semejantes ascensiones y cambios de amor, pues no van más allá de hacerle upa a un enfermo materialismo y colocan su ambición en el zarzal del poder y la riqueza, careciendo del fuego para incendiar e iluminar la patria. ¡Le insisto! en la mayoría de políticos, no es su pasión servir a los intereses por los que fueron electos, ya que ven en todo el cuerpo de normas y reglamentos, un medio que les permita la simple transformación de la real actividad política con otros propósitos, ¡me entiende usted! verdad.

El problema es en parte educativo. Los políticos formados en aulas escolares y académicas o dentro de la burocracia o en todo ello, son golosos por el poder y sus derrames, y en esa tarea al igual que sus antecesores, no pierden un solo ápice de oportunidad de mentir y engañar y por eso no creo que la historia les conceda mención y mucho menos fama alguna. Eso sí, luego de su gestión como ahora se le llama a lo que hacen, quizá aparezcan una sola vez en las esquelas, en que justos y pecadores se reúnen en una misma página.

En medio de ese desbarajuste político que usted y yo conocemos y que agita también las aguas sociales, hay algo que sobresale mueve y agita las aguas políticas: son los privilegios y clientelismo. Eso ahoga la libertad de todo tipo y lleva a vivir a diario con una soga al cuello que estrangula los derechos humanos, lo que paso a paso da lugar a un engrosamiento de la pobrería, intolerancia y a un régimen de violencia y miedo. Ante todo eso, la mente se aferra cada cuatro años a personas y no a nuevas ideas y acciones, pues estas a penas nacidas o las matan o sepultan en los escritorios. La crisis es que no tenemos y nos quedamos sin auténticos políticos, sin visión y conciencia sobre nosotros mismos y los demás. Entonces, puedo decirle que elegir se vuelve cero. A nadie le interesa algo que no toma en cuenta su presente y mucho menos su futuro y ¡adiós! porque Dios me está esperando, ahí sí soy relevante.

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