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POR AYA BATRAWY/AP

DUBÁI

La fiscalía de Arabia Saudí anunció hoy que buscará la pena de muerte para cinco individuos acusados de matar al periodista disidente Jamal Khashoggi en el consulado del país en Estambul.

El anuncio parece un intento de distanciar del crimen al príncipe heredero Mohammed bin Salman, quien ha sido blanco de una lluvia de críticas a nivel internacional por la muerte.

La decisión de exigir la pena de muerte, anunciada por el fiscal general saudí Saud al-Mojeb, no es algo inusual en el país.

Ante la intensa presión internacional, la fiscalía mencionó también a dos hombres que son parte del entorno íntimo del príncipe heredero, aunque no llegó al punto de acusarlos directamente de haber organizado el crimen. En lugar de ello, se les acusa de haber ordenado el retorno forzado de Khashoggi como parte de un operativo que, según los saudíes, simplemente salió mal.

En una conferencia de prensa poco después el jueves, el jeque Shalan al-Shalan, portavoz de la fiscalía, dijo que el crimen cometido el 2 de octubre fue bajo órdenes de un hombre que era responsable de enviar al escuadrón encargado de traer a Khashoggi de vuelta a Arabia Saudí a la fuerza.

No reveló el nombre de ese individuo, pero dijo que era parte de un escuadrón de 15 personas dividido en tres: unos para negociar, otros para recabar inteligencia y otros encargados de logística.

Declaró que en la mañana del crimen, el capitán del grupo negociador se dio cuenta de que no iban a poder traer a Khashoggi a la fuerza “por lo cual decidió matarlo en el lugar”.

Ello parece contradecir una declaración saudí anterior, que citaba como fuente a la inteligencia turca, de que el asesinato fue premeditado.

Al-Shalan dijo que los asesinos de Khashoggi comenzaron a tramar el complot el 29 de septiembre, tres días antes del crimen. Afirmó que los asesinos drogaron y mataron al escritor dentro del consulado, lo desmembraron y entregaron los restos a un cómplice no identificado para que se deshiciera de ellos. Los restos no han sido hallados.

El lúgubre fin de Khashoggi, quien como columnista del Washington Post era un mordaz crítico de la monarquía saudí, causó controversia alrededor del mundo y suscitó sospechas de que un operativo de semejante envergadura no pudo haberse realizarse sin por lo menos la anuencia del príncipe heredero.

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