Raúl Molina
Hoy se cumplen cincuenta y ocho años de mi graduación como bachiller en la XI Promoción del Colegio Don Bosco. En su celebración se espera la asistencia de la mayoría de los “sobrevivientes”. Nos graduamos un mes antes del inicio del Conflicto Armado Interno de Guatemala; hemos vivido como ciudadanos las diversas crisis del país y a veces hemos actuado para resolverlas. Me atrevo a decir que todos estamos hoy contra la corrupción y la impunidad y que deseamos la transformación de nuestro sistema político, así como la expulsión de delincuentes y corruptos del Estado. En forma individual, cada quien ha aportado esfuerzos por hacer de Guatemala un mejor país. Algunos hemos participado en política, otros se han destacado en el mundo académico y profesional -profesores e investigadores universitarios y profesionales de diversas disciplinas- y los demás en distintos trabajos positivos dentro y fuera del país, como empresarios o al servicio del sector público o privado. Cualquier balance indicaría que ha sido una Promoción muy exitosa, tanto con el desempeño de quienes siguen a sus 75 años aportando a nobles causas en el país como con los logros de quienes ya han fallecido. Imbuidos del espíritu salesiano, hemos sido fieles a nuestro compromiso social. Hemos aportado a la vida y al desarrollo en nuestro país.
Reflexiono sobre la diferencia entre las promociones civiles de secundaria y las que salen de la Escuela Politécnica, luego de cursar la carrera militar. Las casi setenta promociones del Don Bosco han dado mucho más beneficio a Guatemala que las ciento cuarenta y cinco egresadas del establecimiento militar. Se han preparado en éstas para la guerra ante un hipotético enemigo externo; pero sus actos se han concentrado contra la propia población. Los fusiles y peores armas apuntan hacia adentro. Se ha violentado el mandato constitucional para involucrar a los militares en pugnas políticas internas del país, convirtiéndolos en enemigos de los que piensan distinto al sector dominante. Actúa de guardia pretoriana, al servicio de intereses mezquinos, nacionales e internacionales. Sabemos que hubo pundonorosos oficiales, entre ellos Árbenz, Paz Tejada y Wer, pero la inmensa mayoría hizo suya la doctrina contrainsurgente y se hizo columna vertebral del Estado de Seguridad Nacional. Después, los que participaron contra el pueblo, cometiendo todo tipo de crímenes de lesa humanidad, siguen dominando el Estado y aprovechándose de privilegios y beneficios. Son parte, en sus altos mandos, del Pacto de Corruptos. Es evidente que la Escuela Politécnica debiese ser cerrada y el Ejército ser convertido en Guardia Nacional; los recursos hoy desperdiciados se encaminarían a la salud y la educación. Las juventudes de Guatemala no merecen ser militarizadas y menos sus mentes; el culto a la violencia y a la guerra no tiene razón de ser. Sin pretender decir que todas las personas egresadas de los centros salesianos hayan hecho honor a su condición, afirmo que sería mejor llenar el país de centros de formación y capacitación de ciudadanos y obreros, al estilo de Don Bosco, que dar un centavo más a la militarización.