8 de junio
Quinta cruz sobre el cadalso colosal y execrable del páramo nacional: la de don Luis Munguía, campesino y albañil de Xalapán, Jalapa, de 68 años, donde era vicepresidente comunitario, defensor de derechos humanos del Comité de Desarrollo Campesino (Codeca).
Continúan los buitres-moscas verdes ¡los necrófagos!, poblando los camposantos con novísimos mártires y caídos en la lucha obrera y campesina guatemalteca, cuya andadura es centenariamente tenebrosa e “incuagulable” por lo que vemos en la trágica muerte de Munguía. Irrestañable, porque la clase oligárquica del país se empeña –ominosa tarea la suya de siglos– en mantener un sistema y un modelo económico y social, insostenible. Apoyado, solamente, en los anticuados recodos de sus sucios intestinos, que no de otra manera puede llamarse a sus cerebros anquilosados en la codicia e inspirados, aún, en el terrible fantasma de Rafael Carrera, musa funesta de Álvaro Arzú Irigoyen, aún vivo entre los renovados Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad (CIACS) del Estado o, paralelamente, seguridad del Gobierno, esto es, propiedad del joven Black Pitahaya que nos “gobierna”.
Continuar con la matanza o, como ustedes la llaman: “limpieza social” –barones medievales de la vieja Guatemala de la Asunción– no es ya ir contra la historia, sino en contra de la Historia: son ustedes cavernícolas históricos: en un mes, un quinto ajusticiado extrajudicialmente. (¡Viva la muerte, Spirensen y Berger y Vielman Montes y…!). Esta vez en la laboriosa persona de don Francisco Munguía, un anciano de 68 años, de la pequeña Xalapán, por el “pecado” de ser un efectivo activista de Codeca, ¿y qué hay con ello?
El problemático y brumoso “establishment” nacional, es decir, el statu quo, proclama ¡provocador!, que desde 1986 (de la mano los Cerezo con los Mejía Víctores) hay democracia en Guatemala. Qué proclama tan de cloaca y resumidero ¡y tan sin consistencia!, y sin genuina relación con lo que ocurre en la realidad guatemalense. Y que es la “democrática” posverdad perversa de la alta burguesía y de los terratenientes encomenderos del país. Esto es, de los agroexportadores, enemigos frontales del campesinado que, desde la “Revolución del 1871”, fue despojado de sus pequeñas parcelas, sin que hasta hoy, 2018, haya llegado un resarcimiento encarnado en un reforma agraria moderada (y claro que no de tipo comunista) o Ley de Desarrollo Rural Integral.
Y es por ello que el campesino guatemalteco no puede ni debe cesar en su batalla, cuyas raíces se hunden, lastimadas, en el despojo iniciático de la Colonia. Y luego –el zarpazo total y letal de la hiena– con el inicio de la agroexportación cafetalera, después cañera y ahora palmera, pero siempre carroñera, hacia el campesino. Y pobladora de cementerios citadinos y rurales como la del 8 de junio en Xalapán, tierra de don Francisco Munguía de 68 años de edad…
Esta viene siendo la “gloriosa” historia del país (en cuanto a desarrollo inhumano).
Historia de Guatematones y de Guateciacs que, con sus páneles blancas –de la Mano Blanca– ¡y a rudos y rústicos machetazos!, terminan con vidas valiosas como la de don Francisco Munguía. Acción “política” de mazmorra feudal donde, por lo mismo, no puede haber la tan cacareada democracia proclamada en 1986, porque amén de estos crímenes de lesa humanidad, hay cada vez más desigualdad y, por lo mismo, menos equidad.
8 de junio, nueva cruz en el cementerio del infortunio nacional. Es asesinado por ¿renovadas CIACS del Estado o del Gobierno? don Francisco Munguía, agricultor de parcela en horas extras, albañil de tiempo completo y por lo mismo explotado. Anciano de 68 años que, en una patria con desarrollo humano, ya debería haber estado jubilado.
Que en paz no descanse, este nuevo mártir de los encomenderos, hasta que una revolución que lo reivindique no triunfe en Guatemala. Entonces sí que descansará en paz y con nuestro ósculo de ternura. ¡Uníos!