Luis Fernández Molina

Cuando veo la carátula de mi pasaporte, tengo un acceso de orgullo. Más aún cuando atisbo las carátulas de pasaportes salvadoreños, hondureños o nicaragüenses. Es reconfortante ver a todos los países incluidos en un mismo mapa centroamericano y arriba, antes del nombre de cada país, la palabra “CENTROAMÉRICA”. En letras doradas sobre fondo azul. Ilusiona. Emociona como cuando vemos la foto de nuestros años de juventud o cuando el enamorado contempla la foto de la mujer amada. Sin embargo, la realidad nos devuelve pronto con un pellizco en el brazo derecho.

Las placas de circulación que se han utilizado en las últimas décadas en todos estos países indican el país y luego CENTROAMÉRICA (como Costa Rica) o CENTRO AMÉRICA como Guatemala y El Salvador o simplemente con CA (como Honduras y hasta Belice con CA). Igualmente las rutas internacionales se identifican con CA 1, CA 2, etc. muy al estilo de las carreteras estadounidenses US 1 o mexicanas. Muchísimas actividades ordinarias giran alrededor del contexto regional. Tenemos asociaciones centroamericanas, desde empresarios, trabajadores, transportistas, artistas, etc. En la mayoría de los logos aparece el extendido mapa de los siete países (incluidos Panamá y Belice) que formamos el conjunto. Son constantes los congresos centroamericanos de diferentes ciencias o actividades. Igualmente se repiten los campeonatos regionales: de atletismo, hipismo, natación, básquetbol, automovilismo, etc. El futbol escapa de este contexto por el control general que maneja FIFA que tiene sus propias agendas y distribuciones geográficas. Hace algunos años se implementó el Campeonato Centroamericano de la Fraternidad que incluía dos equipos de cada país. Era muy llamativo pues cometían Comunicaciones, Municipal, FAS, Águila de San Miguel, Saprisa, Alajuela, Diriangén de Nicaragua, entre otros equipos.

Los contenidos escolares de hace unos años insistían mucho en la temática regional. Nos enseñaban el “Himno de Centro América” cuyo texto fue escrito por Arévalo Martínez (había otras versiones con la música de La Granadera). Igualmente cantábamos los himnos de los demás países. Nos aprendíamos los departamentos de Guatemala y de todos los demás países vecinos. Todo esto nos hace sentir muy integrados.

Con todo es un impulso centrípeto, que nos quiere integrar en una misma entidad: la Patria Grande. ¿Es el recuerdo de lo que fue o la esperanza de lo que podrá ser? Es acaso la necesidad de integrarnos como herramienta para la superación de cada una de las parcelas. Es el mismo principio que en forma natural se fue desarrollando en los Estados Unidos, tanto de América como de los vecinos mexicanos. Estados Unidos es grande, entre las principales razones, por ese gran mercado sin limitaciones que promueve y premia la iniciativa de los individuos. Ofrece a los estadounidenses un horizonte extenso con una variedad articulada de climas y condiciones. Por su parte México es una alianza federada de muchos estados que, en promedio tienen el mismo tamaño que Guatemala, Honduras o Nicaragua.

Ese mismo impulso motivó la creación de la Comunidad Europea. A pesar de las diferencias culturales, idiomáticas y de las cicatrices de tantos siglos de historia, Europa decidió formalizar una alianza entre sus estados, con muchas características de federación.

Pero, regresando a nuestra realidad, las fronteras son un verdadero fastidio. Gestiones y colas, revisiones y largas demoras. Con mayor razón sufre el comercio regional. Un envío a San José toma más tiempo en aduanas que en ruta (suponiendo no haya cuestionamientos en dichas aduanas). Se hacen esfuerzos para agilizar esas gestiones, como las que se acordaron con Honduras y posiblemente con El Salvador. Ojalá funcione.
(Continuará).

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