Eduardo Blandón

Quizá es porque naturalmente nos sentimos desprotegidos que temas como el de la privacidad en la red no nos afecten.  Acostumbrados a la intemperie, con un Estado en franca bancarrota, decorativo, pedir que Facebook o las grandes empresas como Google nos garanticen la privacidad de nuestros datos y no negocien con ellos, es un sueño imposible.

Los guatemaltecos vivimos en el reino del mercado libre, quasi libertino, sin límite alguno.  Prueba de ello lo constituye el abuso despiadado de los bancos, en el manejo, por ejemplo, de los intereses de las tarjetas de crédito.  Son unas bestias, avorazados, auténticos parásitos esquilmadores de las condiciones deplorables de sus clientes.  Sin que el Estado, según la estructura en que ha sido construido, se preocupe en lo absoluto.

“El libre mercado”, repiten los epígonos de Hayek y Mises.  El mismo que les permite medrar y enriquecerse aprovechando las bondades del sistema.  No compiten, como insisten sus textos, no se trata de ningún orden espontáneo, lo suyo es un engranaje que opera con ventaja para provecho propio e infortunio de las grandes mayorías rezagadas.

Ocupados en sobrevivir, vemos desde lejos cómo se sienta en el banquillo a Facebook por comercializar información con empresas como Cambridge Analytics.  Espectadores sorprendidos, observamos a Bruselas llamando al orden a Google para que evite el monopolio, mientras le impone multas por miles de millones de Euros.  Nosotros, empeñados en proteger a los bancos en su oficio de lavado de dinero y usura despiadada.

Aunque nos parezca normal esta condición de ciudadanos en abandono, no lo es y no debería serlo.  Debemos ser conscientes de nuestros derechos y convertir la orfandad en una plataforma para el cambio.  No para llorar y aceptar resignadamente el estado, sino para provocar un espacio generador alternativo.  La mayoría numérica, humillada por el Estado injusto, debe operar desde todos los frentes para la conquista de sus propios intereses.  No hay otra forma de acción.

Esperar que las condiciones políticas, económicas y sociales den un vuelco e imiten a las sociedades más avanzadas, solo será posible desde la participación que ponga en crisis el modelo perverso en que vivimos.  Sólo de ese modo podremos un día, ponernos al nivel de algunas naciones del mundo, preocupados en el bienestar de sus ciudadanos.  Y quizá sí, podamos exigirle a Facebook, Google,  Apple o a quien sea, que respeten la privacidad y se sometan al imperio de la ley.

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