Adolfo Mazariegos

Respetuosa despedida. No tuve el gusto de conocer personalmente a doña Margarita Carrera, sin embargo, cómo no lamentar la ausencia física de una querida y admirada dama de las letras nacionales aun cuando su legado literario siga acompañando a las nuevas generaciones. Doña Margarita, además de Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias (1996) -máximo galardón que se entrega en el país a la labor literaria-, fue también una estudiosa de las letras hispanoamericanas y docente universitaria en el área de Humanidades. Escribió tanto ensayo como poesía y narrativa, y su nombre ha quedado inscrito en la historia de las aulas universitarias por haber sido la primera mujer graduada en letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala. La partida de quienes enriquecen el acervo literario y cultural de un país, indiscutiblemente siempre es algo que se lamenta, y por lo tanto, no puedo menos que unirme a las múltiples muestras de condolencia y consternación a su familia y seres queridos en quienes su partida, sin duda, deja un profundo vacío, asimismo al gremio académico y literario en general por la irreparable pérdida de tan valiosa literata guatemalteca. Sus letras, no obstante, seguirán enriqueciendo las páginas de la historia de este país que necesita más arte, más libros y cultura, y menos violencia en las esquinas.

Un certamen literario que desaparece. Leí en la columna de opinión de ayer domingo, del maestro Paulo Alvarado, la noticia de la desaparición del certamen literario BAM Letras-F&G. Paulo, citando un artículo escrito por el intelectual Miguel Flores, indica que el cese de dicho certamen literario se suma “a la ya extensa lista de golpes que de largo tiempo atrás se le vienen propinando a nuestras posibilidades de desarrollo” (refiriéndose particularmente, asumo, al arte y la cultura). En tal sentido, debo decir que no es mi propósito cuestionar las causas o razones que motivan la desaparición del certamen, puesto que eso seguramente es harina de otro costal. Sin embargo, sí lamento que, -independientemente de las razones- no prosiga un concurso que durante los pocos años que llevaba de existencia, se había convertido en una ventana de oportunidad para autores de gran talento que, las más de las veces, como suele suceder en este país, tienen que hacer una y mil peripecias para poder ver alguna de sus obras publicada. Resulta paradójico y no menos lamentable, el hecho de que Guatemala cuente con un Premio Nobel de Literatura que se presume cuando así conviene, pero se promueva tan poco (por decir lo menos) la lectura en términos generales, y más aún, el oficio de escribir. Quizá, reflexionar al respecto de cara al futuro, no sea descabellado.

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