Por Anna Tomforde
Londres
Agencia (dpa)

Las ensoñaciones filosóficas, el sutil humor y la inagotable energía de Winnie the Pooh han hecho que más de 90 años después, el entrañable oso que siempre anda comiendo miel no haya perdido un ápice de su encanto. Para demostrarlo, el Museo Victoria & Albert de Londres le dedica la mayor exposición realizada hasta la fecha en su país natal.

«Winnie the Pooh: Exploración de un clásico» abre sus puertas mañana para ofrecer al visitante un viaje al mágico mundo del pequeño Christopher Robin, hijo del autor y coprotagonista de los cuentos, a través de más de 230 piezas, entre ellas manuscritos originales y la reconstrucción del Bosque de los Cien Acres.

El objetivo de la muestra es arrojar luz sobre la estrecha colaboración artística entre el padre de Christopher, A.A. Milne (1882-11956), y el dibujante e ilustrador de los libros, E.H. Shepard (1879-1976). Durante los cinco años que trabajaron juntos ligaron «de manera única la narración y la ilustración», señala el museo. Gracias al famoso oso, estos dos artistas que se habían conocido en la revista satírica «Punch» entablaron una sólida amistad.

En la exposición destacan entre otros el manuscrito original de Milne de «House at Pooh Corner», sobre el que bailan con una esmerada letra los nombres de sus personajes, así como dibujos de las escenas del bosque de Shepard e imitaciones de los animales, desde Pooh a Tigger, Piglet, Rabbit o Kanga, entre otros.

«Tiene que venir el jueves para dibujar a Pooh y Piglet de la manera más exacta posible», instaba Milne a su amigo. El autor de las aventuras del oso que luego adaptaría Walt Disney no escribía «ni para niños ni para adultos, sino para él mismo, para el niño que llevaba dentro», señala el museo. No obstante, que Milne y Shepard no fueron los únicos responsables del éxito de Winnie the Pooh queda claro al adentrarse en la habitación infantil de Christopher.

Y es que fue la madre de éste, Daphne, quien compró al niño en Harrods el oso de peluche en su primer cumpleaños. «Mamá, el oso y yo jugábamos juntos y éste cobraba cada vez más vida hasta que papá entró en acción», señala Christopher, citado en la exposición.

Mientras que los adultos pueden consultar los cuatro volúmenes de Pooh en una pantalla digital, o estudiar los apuntes y manuscritos de su autor, los niños pueden dormir en la cama de Christopher Robin, subir las escaleras que conducían a su habitación o perderse en el bosque donde vivían el oso y sus amigos. La joya de la muestra es un servicio de té de Winnie the Pooh que recibió Isabel II como regalo cuando en 1928 era una princesa de dos año

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