Por Sabine Glaubitz
Agencia DPA
El 22 de octubre de 1964, el filósofo y escritor francés dijo «no» a la Academia sueca, argumentando que aceptar cualquier premio le restaría independencia. Sartre (1905-1980) se convertía así en el primer autor que rechazaba voluntariamente el galardón desde su creación, en 1901. Y hasta ahora, ningún otro lo ha vuelto a hacer.
Antes que él, sólo había rechazado el Nobel el ruso Boris Pasternak (1958), pero fue por la presión de la autoridad soviética. Unos 29 años después de la muerte del autor de «Doctor Zhivago», su hijo recibió el galardón. Varios años antes, en 1925, el irlandés George Bernard Shaw primero dijo que no, pero se lo pensó de nuevo y aceptó.
El rechazo de Sartre no fue una cuestión de estado de ánimo. Pocos días antes, había advertido en una carta a los miembros del comité Nobel que no lo aceptaría. Y lo rechazó porque según sus convicciones, ningún autor se merece tal honor en vida, pero sobre todo porque no quería que lo convirtieran en una institución.
El autor de «La náusea» y «Las moscas» explicaba que no podía aceptar ningún galardón de ninguna organización cultural, ni de Oriente ni de Occidente. También había rechazado un Premio Lenin, añadía el que durante un tiempo fuera defensor de Stalin. Pero el comité Nobel se aferró a su decisión de entregarle la distinción.
En realidad, su postura era previsible. Los premios no casaban con la imagen del autor de «Los caminos de la libertad», que tampoco había querido ser miembro de la Legión de Honor ni del reputado Collège de France.
Por eso, fue aún más sorprendente cuando el ex miembro de la Academia Lars Gylensten publicó sus memorias «Minnen, bara minnen» (recuerdos, sólo recuerdos). En el libro escribía que 11 años después del sonado «no», Sartre preguntó discretamente si le podían transferir a posteriori el dinero con el que está dotado el galardón. Y su petición fue rechazada.