Juan Fernández
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Han generado alarma nacional e internacional los acontecimientos de las últimas semanas en torno a hogar “seguro” Virgen de la Asunción y al Centro Juvenil de Privación de Libertad de Adolescentes en Conflicto con la Ley, denominado correccional Etapa II. En ambos casos, aquellos que debieron ser espacios para el cuidado de menores o bien para su rehabilitación a cargo del Estado se convirtieron en desencadenantes de una verdadera galería de terror, con una cauda trágica de 41 jóvenes mujeres, y 3 monitores y 3 agentes de la Policía Nacional Civil fallecidos.
Aquí los menores de 30 años representan el 69.4% de la población, datos de la Encuesta Nacional del Juventud (2011) revelan que 3.2 millones de jóvenes son de estratos medio bajo y bajo; en general el 71% ha cursado hasta nivel básico. Aunado a ello el 25% está desempleado y el 38.5% nunca ha trabajado y no está buscando empleo. Estos indicadores evidencian el contexto al que se enfrenta el principal grupo poblacional del país, la desigualdad y la exclusión. Aunado a ello existe otro factor determinante y que incide directamente en la vida cotidiana de la juventud, el riesgo.
La desintegración familiar, la desestructuración de las instituciones, los peligros supranacionales, cambio en los valores sociales, la formación sin trabajo, empleo parcial, formas de vida individualizadas, además de los cambios experimentados propios de la edad son elementos que colocan al segmento joven en una situación de peligro y riesgo ante la sociedad. (Beck, 2006; Mansilla, 2016)
En este sentido, los jóvenes guatemaltecos independientemente del estrato al que pertenezcan se encuentran en condición de riesgo. Lo explico para el área urbana: en el caso del estrato pobre el riesgo tiene que ver con aspectos relacionados con hechos violentos que incluyen según sus tipos, asesinatos, riñas entre pandillas, ajustes de cuentas, ataque a mano armada, entre otros. A su vez, estos grupos se enfrentan diariamente al riesgo de ser reclutados por la “mara” y en el caso de las jóvenes se enfrentan al acoso y violencia sexual. Allí la escuela dejó de ser un espacio que imponía barreras al delito para constituirse en un centro de reclutamiento de las pandillas.
Para el estrato medio o alto, los riesgos para los jóvenes persisten pero en diferente forma y magnitud, pues para ellos adquiere otras representaciones, como el denominado bullying, a su vez, las jóvenes menores de igual forma están expuestas al acoso de tipo sexual. Para este estrato el acceso a medios de movilidad, recursos, relaciones interpersonales les hace blanco de grupos delincuenciales del tipo organizado y un aspecto de riesgo latente es la presencia de drogas.
Un país que pretenda tener un mañana debe poner especial atención en sus jóvenes quienes muchas veces se sienten incomprendidos y faltos de rumbo. Es por ello que se requiere reforzar los espacios de contención al peligro y riesgo como la familia, los grupos juveniles, el deporte, el arte, las instituciones, la escuela, el instituto, el colegio o universidad, como una misión de futuro como sociedad.