Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Crece seriamente el clamor por una depuración del Congreso de la República y hay debate sobre las formas que podrían permitirla a partir de las investigaciones que han realizado tanto el Ministerio Público como la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala. Prácticamente nadie discute la necesidad de depurar el poder legislativo sino que se cuestiona cómo hacerlo tomando en cuenta los parámetros de nuestro régimen de legalidad.

Creo personalmente que una depuración es prácticamente imposible porque revisando los listados de los que serían llamados a ocupar los cargos si todos los diputados actuales tuvieran que ser removidos o accedieran a una petición de renuncia que el pueblo puede fundamentar en los artículos 45 y 113 de la Constitución de la República, no habría real cambio. Se trata de más de lo mismo, como tiene que ser si tomamos en cuenta que los listados fueron elaborados por los mismos partidos políticos y los votantes se decantaron por cada uno de ellos sin mucha reflexión durante las últimas elecciones.

Dadas las condiciones actuales y lo que tenemos en el Organismo Legislativo, tendríamos que estar pensando en un auténtico exorcismo para limpiar al Congreso porque una depuración luce insuficiente tomando en cuenta que las reglas de juego que fueron implementadas para la última elección, y que básicamente son las mismas para cualquier elección que tengamos que hacer en el futuro, aseguran que las camarillas puedan seguir ejerciendo el poder sin preocuparse en lo más mínimo por la efectiva representación de los electores.

Nuestro sistema político no está orientado a tener en el Congreso a legítimos representantes del pueblo, porque la forma en que se elige a los diputados es una aberración totalmente antidemocrática. Y por ello es que se ha ido contaminando de tal forma nuestro poder legislativo que literalmente fue entregado a los representantes de esas formas de verdad diabólicas de ver la cosa pública como una viña para que le puedan sacar raja de muy variadas e ingeniosas maneras. No se crea, ni por asomo, que las plazas fantasma del Congreso son el gran negocio. Además tenemos el Listado Geográfico de Obras, las sucesivas citaciones a funcionarios para chantajearlos a fin de que les entreguen plazas a los diputados, los jugosos sobornos por la aprobación de leyes y los chantajes que se hacen para evitar la aprobación de otras más, el siempre presente tráfico de influencias. La capacidad de hacer dinero en el Congreso no tiene más límite que el del ingenio de los diputados y para eso sí que se pintan nuestros mal llamados representantes.

Iremos publicando las listas de los que están aguardando para asumir curules en caso de que sigan rodando cabezas entre los diputados y la ciudadanía podrá corroborar que no hay ninguna esperanza de cambio. Muchos son neófitos, pero sabiendo que no tendrán más que una oportunidad en la vida para hacer sus negocios, llegarán con más voracidad aún de la que muestran los presentes y eso ya es muchísimo decir.

La depuración sería, como fue la elección pasada, puro atole con el dedo porque es imposible limpiar algo cambiando una suciedad por otra.

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