Por MAURICIO SAVARESE, Associated Press
BOA VISTA, Brasil
AGENCIA/AP

Primero dominan las caóticas prisiones, cuya capacidad está ampliamente desbordada. Después controlan las calles y las rutas internacionales del tráfico de drogas.

Esa es la estrategia de las bandas delictivas de Brasil. Adentro de las prisiones los capos no solo reclutan a los presos más peligrosos sino que se fijan como objetivo los más de 250 mil reclusos detenidos por delitos menores como robo y posesión de marihuana. Algunos de esos presos fueron obligados a participar en carnicerías que dejaron al menos 130 muertos a nivel nacional en enero.

«Nuestras prisiones son universidades del delito. Estamos financiando a las bandas de traficantes presos llenando las cárceles más allá de sus capacidades», afirmó Claudio Lamachia, presidente del Colegio de Abogados de Brasil, tras visitar una de las cárceles más violentas de la nación y más poblada de América Latina. «Desde adentro, los capos manejan las cosas afuera».

La Associated Press consiguió este mes acceso exclusivo a dos centros carcelarios del norte de la región amazónica, donde comenzó una ola de violencia que se expandió a varios penales.

El primero fue el Complexo Penitenciario Anisio Jobim de Manaus, donde 57 presos fueron asesinados por la banda Familia del Norte el 1ro de enero. El segundo fue la Penitenciaría Agrícola de Monte Cristo, en la ciudad de Boa Vista, más al norte, donde al menos 33 fueron asesinados pocos días después.

En ambos lugares, la AP observó una gran sobrepoblación y condiciones escuálidas, que facilitan el reclutamiento de las bandas. Los guardias, personal administrativo y familiares de los presos de ambos penales coincidieron en que los capos de las bandas ordenaron a los recién llegados participar en las matanzas, decapitar y descuartizar a las víctimas.

En la cárcel de Manaus, todavía se sentía el olor a cloro semanas después de que los presos causaron destrozos en todo un pabellón del penal mientras mataban a miembros del Primer Comando y luego descuartizaban sus cuerpos.

Esta ciudad de 2 millones de habitantes donde va en aumento la violencia es el punto de acceso a la selva amazónica y que es una importante ruta para el transporte de drogas, la AP fue testigo asimismo de las repercusiones de varios asesinatos que las autoridades sospechan estuvieron vinculados con las bandas.

«Los ciudadanos son los que están realmente presos en la actualidad», expresó Lamachia. «Los miembros de las bandas fijan las reglas y no dejan a la gente salir de sus casas».

En el penal de Boa Vista, donde el Primer Comando fue el que atacó a sus rivales, cientos de moscas se abalanzaron sobre bolsas de comida enviadas por los familiares de los presos. Muchos reclusos gritaban que necesitaban atención médica.

«Nadie merece estar aquí», sostuvo un preso venezolano de la cárcel de Boa Vista a través de un pequeño agujero en la pared de su celda. «Ni los buenos, ni los malos, nadie».

La cadena que alimenta las bandas de Brasil comienza en las improvisadas celdas de las comisarías, donde se aloja el 10% de los más de 600.000 presos que esperan juicio. La AP tuvo acceso a una de esas comisarías en las afueras de Manaus.

La instalación tenía dos celdas en las que alojaban a 24 personas a pesar de que su capacidad oficial es de ocho presos. Una mujer era retenida en el corredor entre las dos celdas.

Los 24 presos dijeron estar ligados a la Familia del Norte, pero los guardias afirmaron que eso tal vez no sea cierto y que lo dicen solo para resguardarse después de lo ocurrido en la cárcel de Manaus.

Ninguno de los detenidos ha sido enjuiciado todavía. Un informe reciente de la Fundación Getulio Vargas calculó que el 40% de los presos de Brasil no han sido enjuiciados.

A pesar de las horribles condiciones de la comisaría, todos dijeron que esperaban no ser enviados a un centro de detención más grande controlado por las bandas.

«Tenemos miedo. Podemos morir allí», expresó Ronaldo, de 23 años y quien dijo que fue arrestado por robar acondicionadores de aire. No quiso dar su apellido. «Quiero reincorporarme a la sociedad, no seguir sumergiéndome en el mundo de la delincuencia».

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