Oscar Clemente Marroquín
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El deporte ha alimentado, especialmente en los jóvenes, esa aportación de ejemplos valiosos, aunque también allí hemos visto cómo la búsqueda de ese éxito rápido, casi mágico, trastoca comportamientos y figuras admiradas no sólo se olvidan cuando entran al mercado y pasan de un equipo a otro como si fueran diputados guatemaltecos, sino también porque recurren a prácticas poco éticas, para decir lo menos, para mejorar su rendimiento y seguir destacando.
Por ello es que considero que la despedida que desde abril de este año hasta ayer si dio en numerosos estadios al jugador de los Yankees de Nueva York, Derek Jeter, ha sido más que merecida porque se trata de una figura que a lo largo de 20 años supo ser ejemplo no sólo para sus compañeros de equipo sino para millares de jóvenes que lo veían como alguien a imitar si se quería lograr el éxito. La despedida en el nuevo Yankee Stadium, la casa que construyó Jeter decía el cartel de un aficionado, fue la culminación de la vida profesional de aquel jovencito que sorprendió al beisbol cuando a los 21 años se convirtió en el parador en corto titular de uno de los equipos más competitivos del mundo.
Reservado en su vida privada, nunca fue motivo de ningún escándalo ni dentro ni fuera del escenario deportivo. Llegó a la organización de los Yankees a los 19 años y nunca se movió a ninguna otra franquicia pero, lo más importante, jugó cada uno de los partidos en los que participó poniendo alma, corazón y vida, asumiendo un compromiso con los aficionados del equipo.
Yo he seguido a los Yankees desde hace más de 50 años, en la época célebre de gente como Mickey Mantle, Yogi Berra, Whitey Ford, Roger Maris, Billy Martin, Phil Rizzuto y tantas glorias que sucedieron a Ruth, Lou Gherig y Dimaggio y luego admiré a Reggie Jackson, Lou Piniella, Thurman Munson y pare de contar. Pero la figura de Jeter fue en realidad alrededor de la cual se forjó la última generación de ganadores de los Yankees, aquellos que ganaron cuatro series mundiales en 5 años bajo su liderazgo y que devolvieron el prestigio a la franquicia.
Un tipo sencillo, sin pretensiones ni actitudes arrogantes, que seguramente fue el mejor de su tiempo y quien inspiró a millones de niños a aficionarse al deporte como un medio sano de competencia. Mis nietos derramaron algunas lágrimas en estos últimos días con las despedidas que emotivamente le daban hasta en Fenway Park, la casa de sus acérrimos rivales de Boston.
No me cabe duda que una figura icónica en estos tiempos de tanto desengaño será la del shortstop de ese equipo de los Yankees que desde hoy, acompaña a Mariano Rivera en su retiro.