Dra. Ana Cristina Morales
Es necesario reflexionar que existen mentiras que aparentan ser ciertas, y el mismo locutor, mitómano por excelencia, las llega a creer como tales. En lo particular en relación a los procesos de comunicación y evaluación de la credibilidad de lo dicho por alguien, yo confío más en la mirada, en el lenguaje no verbal, que en las palabras. Aunque narrativas inverosímiles y contradictorias también nos hacen meditar acerca de si estamos lejos de la verdad.
Nuestra propia manera de ser e intervenir en el mundo, nos puede dar conclusiones falsas ante paradigmas y eventos. Si somos fanáticos de algo, que por lo general lo somos, interpretamos ese algo con nuestras perspectivas establecidos y no queremos oír nada más de lo que creemos es cierto; y quien padece de locura llega a tener conflicto con ello, ya que desearía que alguien por lo menos por un momento deseara escuchar sus delirios con respeto.
Se dice que hay lobos con piel de oveja y también que hay ovejas con piel de lobo. Se dice desde antaño, así que a lo largo de la historia de la humanidad se ha considerado de manera constante que las apariencias engañan.
Qué hay detrás de un saludo, una sonrisa o un gesto ¿son genuinos o no? En variadas ocasiones no logramos considerar los posibles mensajes ocultos. O a veces nos precipitamos haciendo afirmaciones críticas de una persona o alguna situación sin tener elementos sustanciales para realizarlos. Por ejemplo, podríamos considerar a una persona respetable, honrada, agraciada y humana. Por el simple hecho de escuchar sus discursos y una locución convincente, aunque solo sea palabrería o demagogia. El vestir y la imagen que le acompaña sirven para fortalecer el juicio de valorización y entonces caemos ante el engaño, de gente que nos insinúa que confiemos en ellas y nos pretende timar, haciendo gala de toda una conducta sociopática.
De manera contraria, gente que no inspira el mínimo de confianza podría ser la más merecedora de ella. Las acciones y no las palabras, ni los estilos de venderse, considero que debería ser el elemento de mayor importancia que nos ayude a cotejar la realidad de quién es quién. Tomo una frase de un poeta que dice que: “somos engañados por la apariencia de la verdad” lo que nos invita a reflexionar acerca del encuentro con ella.
Convivimos en un mundo donde existe menoscabo de los vínculos humanos y en variadas ocasiones se considera hostil, donde la hipocresía puede tornarse como una clave de sobrevivencia. Y en donde, la autenticidad y honestidad pueden llegar a constituir verdaderas amenazas para quienes las tienen ausentes o con desarrollo precario.
La hipocresía es considerada como la actitud de fingir muchas cosas entre las que se encuentran: quiénes somos, qué opiniones o creencias ostentamos, nuestros sentimientos y características propias. Es mentir sobre todo aquello que pensamos que podría condenarnos a una existencia ingrata e indeseable. Y esta desazón con la vida y con quienes realmente pensamos y sentimos que somos, puede también llegar a enfermar.