KEMONÏK CH’AB’ÄL / TEJER VOCES
Sandra Xinico Batz
sxinicobatz@gmail.com
El lunes inicia el ciclo escolar en el sector público; un comienzo con incertidumbres y sobre todo carencias. Las escuelas e institutos públicos continúan en las mismas o en peores condiciones que hace un año, cuando estaba por iniciar la pandemia del Covid-19 en Guatemala; no podemos obviar que los efectos de las tormentas Eta e Iota ocurridas en noviembre de 2020 agravaron la situación de la infraestructura en muchas comunidades, que aún no se recuperan de esto; una recuperación y reconstrucción en la que el Estado continúa ausente, obviando una vez más la responsabilidad que le corresponde en ello.
Existen muchas dudas alrededor de cómo se desarrollará este ciclo escolar, principalmente porque la modalidad híbrida o mixta que implica una combinación de aprendizaje en el aula y en casa, que es la que se pretende aplicar este año, requiere de un protocolo adecuado y de los insumos necesarios para su adecuada aplicación, que garantice el resguardo de la salud e integridad de la niñez y la juventud. Pero ¿cómo podrán aplicarse estos mecanismos de protección si en muchas escuelas e institutos no hay ni agua potable?
El Ministerio de Educación prácticamente tuvo un año para generar condiciones dignas para el regreso a las aulas, para dotar a las escuelas de herramientas tecnológicas, para formar y capacitar al equipo docente, para generar mecanismos de apoyo y acompañamiento al proceso de aprendizaje desde casa, con pertinencia cultural y acordes a la situación socioeconómica de las comunidades. No solo nada de esto ocurrió, sino que en el desgaste al sistema educativo público también tienen una gran responsabilidad las maestras y los maestros, que, si bien no son todas y todos, muchas y muchos se han acomodado a recibir un salario sin dar clases, ni esforzarse para acompañar el aprendizaje a distancia, dejando en total abandono a las y los estudiantes.
Decenas de niñas, niños y adolescentes han desertado y su proceso educativo ha quedado truncado. Hay una gran cantidad de denuncias por abusos cometidos por colegios privados que han aumentado cuotas de forma estrepitosa, por cobros de laboratorios o buses que no usan pero que deben pagar, porque si no se paga o se interrumpen los pagos de colegiatura, el establecimiento no entregará la papelería de la o el estudiante hasta que solvente su deuda y así pueden pasar años.
Millones de quetzales en préstamos que solo dejaron al país más endeudado; dinero que no fue invertido en satisfacer y mejorar derechos como la educación, sino que fue saqueado. Si antes de la pandemia la situación de la educación en Guatemala ya rayaba en la mediocridad, ahora aunado a ello está el aumento de la brecha educativa. Esta mediocridad en el sistema educativo es provocada, los gobiernos no han tenido voluntad en invertir en la educación porque han hecho de esta un negocio, cuyo valor en dinero no se traduce en calidad.
La educación pública es costeada con nuestros impuestos, considerar que su gratuidad es sinónimo de mediocridad es clasismo.