Juan José Narciso Chúa

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Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

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Nuestro país seguramente fue un encanto para todos aquellos que lo recrearon, no quiere decir que construyeron nada, al contrario, moldearon una finca y la replicaron queriéndola hacer creer que era un país, y peor aún todavía se jactan de decir que construyeron una nación. Nada más alejado de la realidad.

Cuando se da la independencia, a partir de ese momento se delineó el trazo sinuoso que hoy pretenden decirnos que es una nación. Los criollos, en aquel momento, cuando vieron que existían movimientos de indígenas y mestizos protestando contra la corona española y sus autoridades locales, señalaron tan claramente, que hasta lo dejaron en el acta de esa independencia diciendo, palabras más o palabras menos, hay que realizar la independencia antes que el pueblo la haga. Un temor que se quedó para siempre, hasta hoy. Veámoslo.

La mal llamada Revolución Liberal de 1871, no representó un hito de transformaciones para la sociedad, sino que sirvió justamente a un grupo que se constituyó en la oligarquía agrícola, hoy exportadora, hoy dueña de bancos, dueña del azúcar, de los licores, de las cervezas, vaya sino fue un cambio -como ellos pregonan-, si les configuró su finca, si les diseñó su país, si les facilitó sus fortunas.

Los golpes de estado que constituyeron en réplicas constantes durante muchos años, les probaron a las élites que el Ejército era su aliado incondicional. Ellos no sólo tenían el poder de las armas, sino además se arreglaban con el patrimonio del Estado, pero les aseguraba lealtad y fuerza.

La Revolución de Octubre de 1944 representó otro momento de terror para las élites. Asumieron el poder por la vía de los votos y con un enorme respaldo popular tanto Arévalo como Árbenz, en ese momento el Ejército jugó un papel del lado de su pueblo, de su sociedad. La nueva cúpula de Gobierno plantó transformaciones importantes que hoy perviven, pero que para los grupúsculos representaba una afrenta. Perdían el poder.

La contrarrevolución, apoyada en intereses económicos, y políticos coyunturales del régimen estadounidense, unió a las oligarquías criollas, irrumpió a oficiales del Ejército, y los cooptó para siempre. Un pequeño grupo de estudiantes y oficiales ya había protestado, por la intromisión de la entidad armada y los desmanes del grupo que detentaba el poder.

El golpe de Estado contra Ydígoras, fue principalmente en contra de Arévalo, pues al anunciar su retorno y reconociendo su poder popular, deberían evitar que participara en elecciones libres, sino controladas, por eso el golpe para ganar tiempo y atemperar esa fuerza arevalista.

El modelo de control del Ejército, se consolidó entre 1970 y 1982, los militares eran presidentes. El quiebre de 1982 únicamente fue un cambio de timón, pero continuaron en el poder en mutua connivencia con los grupos económicos.

La apertura democrática deviene de un proceso de oxigenación imprescindible por la fuerza y la virulencia de la guerra interna, que a pesar de todo avanzaba y presionaba por cambios. El canciller de ese último régimen de facto previó la necesidad de la apertura democrática y así nos introdujimos en un espacio que se esperaba sentara las bases de la modernidad democrática, económica y social descansando en un Estado de Derecho imparcial.

El temor, en la coyuntura actual, nuevamente se apodera de los grupos económicos, hoy junto a ex militares, grupos emergentes y, lo peor, crimen organizado y narcotráfico, cuando le temen al MLP por su intención de voto significativo, e igual prefieren quitar del camino a un díscolo Arzú, para asegurarse de seguir controlando la economía, pero jamás dejar el poder y al grito de no nos volverá a pasar lo de la CICIG, se enfilan, peligrosamente, a construir un auténtico adefesio de Gobierno, que poco a poco se convierte en una dictadura.

Entonces, ¿de qué voto están hablando aquellos corifeos que se rasgan las vestiduras por unas elecciones que ya están arregladas? El miedo y el poder absoluto son malos consejeros. ¿Cómo pueden pensar que la sociedad no se rebele?, cuando el país camina a una dictadura que ataca a jueces y fiscales probos y ahora a periodistas críticos e independientes. No nos callarán.

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