Estamos a once días de que finalice el peor gobierno de la historia reciente, ni el de Jimmy Morales fue tan malo. Entre los innumerables desatinos de la gestión del presidente Giammattei, dos pueden ser considerados los peores: la compra de vacunas Sputnik V y el nulo avance en detener la desnutrición crónica infantil. Este último yerro es una verdadera vergüenza para quien dijo en su discurso de toma de posesión que tomaría como “personal” el combate a la desnutrición en Guatemala.
Resulta paradójico que fue un médico, o por lo menos alguien que estudió medicina sin llegar a practicarla profesionalmente, quien aseverara que durante su gobierno el combate a la desnutrición iba a ser una política de estado durante su gobierno. Nunca lo fue. Fuera de un montón de documentos bien ilustrados y presentados, con fotografías de estudio, gráficas y coloridos cuadros, no existen acciones concretas que este gobierno haya realizado para acabar con este mal que afecta a uno de cada dos niños en nuestro país. Con recursos de sobra provenientes del incremento en la recaudación fiscal, era de suponer que se tendrían avances muy importantes para erradicar este mal. No existen tales avances.
No menos contradictorio fue que el médico de marras se embarcó en una negociación con sus socios rusos para comprar las vacunas Sputnik V, las únicas no reconocidas por la OMS (Organización Mundial de la Salud), en la cual las compró mucho más caras de su precio real, teniendo que dar un multimillonario anticipo seis meses antes de su entrega parcial. Trascendió en este negocio un contrato de suministro totalmente lesivo para nuestro país. Como colofón, el “médico” acudió a la socorrida letanía de la “soberanía nacional” como excusa para no comprar otras vacunas (estas sí, autorizadas por la OMS) procedentes de laboratorios de renombre, a diferencia del fabricante de las Sputnik V.
Los recursos que se suponía iban a utilizarse, tanto para la compra de vacunas como para combatir la desnutrición crónica infantil, fueron a parar a ese gran agujero negro, cada vez mayor, que se llama CORRUPCIÓN, que para lo único que sirve es para engrosar las fortunas personales de un montón de funcionarios públicos y de sus socios.
El presidente saliente, quien se jacta de ser el mejor de la historia del país, correrá a refugiarse a la inmunidad que provee el Parlacén, tal como lo hizo su predecesor, Jimmy Morales. Se ahorrará las protestas, rechiflas y abucheos de la ciudadanía, al haber solicitado que la sesión de juramentación se efectúe de forma virtual. El foro regional fue calificado por el mismo mandatario, cuando era candidato, como inútil y aseguró que durante su gobierno Guatemala saldría del mismo. De este tema hay material para una columna y se abordará en su debido momento.
Lo que nos resta, como ciudadanos, es no dejarnos llevar por los discursos del próximo presidente, sino exigirle los acuerdos con los diferentes actores de la sociedad, así como las acciones concretas en contra de la corrupción y para lograr la disminución y eventual erradicación de la desnutrición crónica infantil en Guatemala. El presupuesto que el próximo gobierno tiene aprobado para 2024 da lo suficiente para darle prioridad a estos dos temas, los cuales han mantenido a Guatemala en un atávico rezago económico y social, y no debe servir como excusa al presidente electo para no abordarlos.