MADRID
Agencia dpa / (Europa Press) –

Científicos han completado el genoma del pez de hielo de aleta negra antártico, abriendo una ventana genética a especies que evolucionaron para sobrevivir en temperaturas bajo cero.

El equipo de investigación de 22 científicos, incluidos ocho coautores de la Universidad de Oregón (UO), en Estados Unidos, dirigidos por el biólogo John Postlethwait, publicó su informe ayer en la edición digital de la revista Nature Ecology & Evolution.

De una hembra adulta, los investigadores mapearon 30 mil 773 genes codificantes de proteínas y cómo se localizan a lo largo de los cromosomas. El mapa apunta a los genes que se adaptaron o desaparecieron a medida que los peces se aclimataron a las crecientes concentraciones de oxígeno cuando el Océano Austral se enfrió a la temperatura promedio actual de -1.67 grados Celsius.

El pez gato aleta negra (‘Chaenocephalus aceratus’) pertenece a una familia de peces de hielo que ha desconcertado a los científicos durante mucho tiempo. Carecen de genes de hemoglobina funcionales, lo que significa que son de sangre blanca y carecen de la proteína roja que transporta el oxígeno en la sangre de todos los demás animales con una columna vertebral.

Existen en un estado constante de anemia. Tienen corazones de gran tamaño y una baja densidad mineral ósea que hace las espinas blandas. En un ser humano, estos rasgos normalmente indican una enfermedad. Sin embargo, estas adaptaciones ayudan a los peces a sobrevivir, apunta Postlethwait, profesor emérito de Biología y miembro del Instituto de Neurociencia de la UO.

Los peces de hielo, dice, son ejemplos de lo que Charles Darwin llamó los «restos de la vida antigua». Se separaron de los antepasados del espinoso, perdiendo muchas de las características comunes a sus formas ancestrales a medida que evolucionaban. Entre los genes que desaparecieron en medio de los meses de noche y los meses de luz solar en la región polar, se encontraban aquellos vinculados a los ritmos circadianos.

Las formas en que salen adelante, apunta Postlethwait, podrían proporcionar información sobre los problemas de salud de los trabajadores del turno de noche. Según Postlethwait, las numerosas adaptaciones, que también incluyen la capacidad de fabricar proteínas anticongelantes, hacen que el pez de hielo merezca un estudio extenso y comparaciones con la salud humana.

«Ahora, podremos explotar este genoma para aprender cómo desarrollaron los peces estos rasgos aparentemente patógenos en su beneficio –dice Postlethwait–.

Postlethwait planteó la idea de estudiar tales adaptaciones en una especie para obtener información sobre los mecanismos de las enfermedades humanas y las posibles nuevas terapias en un artículo titulado «Restos de la vida antigua: Variantes genéticas examinadas por Selección Natural», que se publicó en el número de julio de 2015 de la revista ‘Genetics’. Poco después fue elegido para recibir el Premio George W. Beadle de la Sociedad de Genética de América.

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