Por Benno Schwinghammer
Riad
Agencia (dpa)

Dos mujeres sentadas una frente a otra con la mirada clavada en el tablero: la que es una escena típica en un mundial de ajedrez se convierte en inusual si tiene lugar en Arabia Saudí, donde las mujeres deben ir cubiertas y donde las autoridades religiosas prohibían ese deporte hace sólo un año.

Pero ahí están: dos mujeres vestidas con chaqueta juegan al ajedrez en el centro de Riad, como muestran fotos del Campeonato Mundial de Ajedrez Rápido y Relámpago, que se celebra entre el 26 y el 30 de diciembre.

La Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) calificó de un «acuerdo histórico» el hecho de que las mujeres participantes no tuvieran que someterse a las estrictas normas de vestimenta del ultraconservador país musulmán durante el campeonato.

Todo parece indicar que la monarquía experimenta cada vez más avances sociales, no solo en los derechos de las mujeres: los niños ya pueden ir al cine, las mujeres podrán conducir pronto y pueden moverse por las calles más libremente de lo que se cree en Occidente. Sin embargo, siempre con la abaya puesta, el velo integral tradicional en el país.

La excepción, que solo se hizo anteriormente en casos de visitas de Estado entre ellas de la canciller alemana, Angela Merkel, creó una gran expectación en el primer mundial de ajedrez que se celebra en Arabia Saudí.

Se trata de un pequeño paso más del príncipe heredero, Mohammed bin Salman, para reformar la sociedad de su país frente a la resistencia religiosa. Al fin y al cabo, el Gran Muftí del país prohibía aún en 2016 el ajedrez.

Sin embargo, en el ámbito diplomático quedan en evidencia los límites de la voluntad de cambio de los saudíes: en la competición participan 236 jugadores y jugadoras de 70 países, entre ellos el campeón mundial, el noruego Magnus Carlsen, o el finalista de la anterior edición, el ruso Serguei Kariakin.

 

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