Lancaster, Reino Unido
AGENCIA/dpa

Los africanos o los asiáticos tienen una cultura de la mentira diferente a la de los europeos: mientras que estos últimos se ven como individuos, los dos primeros se perciben como miembros de un grupo al que quieren proteger, según un estudio sobre los cambios que se producen en el lenguaje cuando alguien miente.

Los autores del estudio, especialistas anglo-holandeses en torno a Paul Taylor, de la Universidad de Lancaster, creen que las consideraciones actuales sobre la mentira están demasiado simplificadas y que los resultados del estudio pueden ser interesantes entre otros para el trabajo policial.

Para el análisis se hicieron pruebas con 320 personas de Reino Unido. Del total, 80 se describían a sí mismos como británicos, mientras que el resto había emigrado desde África, Asia o Europa del Este y eran residentes de primera generación en las islas.

En el estudio, publicado por la revista «Royal Society Open Science», dos personas del mismo origen debían mentirse. Los dos escribían un hecho verdadero y uno falso sobre su vida en un cuaderno. Además debían elegir un tema de debate, por ejemplo la pena de muerte o el matrimonio entre personas del mismo sexo, y anotar su opinión verdadera al respecto y una falsa. A los participantes se les ofreció dinero si sus mentiras no eran descubiertas.

Los científicos analizaron los textos con programas lingüísticos en busca de características que suelen revelar las mentiras. Por ejemplo, de textos -casi todos occidentales- se conoce que los mentirosos usan menos la palabra «yo» para distanciarse de aquello que cuentan. Además, las mentiras tienen menos contexto, como por ejemplo detalles secundarios. Además, quienes mienten utilizan un lenguaje más negativo, probablemente porque se sienten culpables.

Taylor y sus compañeros opinaban que estas características solo eran válidas para determinadas culturas, porque otros estudios han revelado que la cultura se refleja en el uso del lenguaje. Donde más cambios notaron fue entre las culturas individualistas y las colectivas, como son las africanas y las asiáticas, mucho más centradas en el bienestar del grupo que del individuo.

Y así se confirmó en el estudio, en el que las personas de origen asiático y africano usan más la palabra «yo» en las mentiras que al contar la verdad, aparentemente para distanciar al colectivo de la falsedad.

En lo que respecta al contexto, en el caso de los británicos y otros europeos faltaban las experiencias individuales, mientras que en los otros dos grupos por el contrario había más, posiblemente como contrapeso al hecho de que había escasas o nulas interacciones sociales. Sin embargo, estos dos efectos se notaban sobre todo en los textos sobre vivencias personales, no sobre la opinión.

En este caso los expertos notaron otro efecto que sí es común a todas las culturas. Todos los participantes utilizaron un lenguaje mucho más positivo en la mentira que en la opinión verdadera. Los investigadores creen que esto podría ser una estrategia y contribuir a la paz social.

Como conclusión, los expertos señalan que los conocimientos sobre las mentiras están demasiado simplificados. «La opinión individual acerca de la veracidad de alguien se basa en general en las experiencias personales o en investigaciones científicas de mentirosos occidentales», señala Paul Taylor en el comunicado de la Universidad de Lancaster. Y las falsas apreciaciones sobre la veracidad «pueden tener un impacto en la justicia», alerta.

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