Nizhni Nóvgorod, Rusia
DPA

La explosión francesa se contagió a todos los jugadores con excepción del autor del gol: Antoine Griezmann reaccionó con gesto serio, casi apesadumbrado, tras anotar el tanto que cortó el sueño de Uruguay y metió al equipo galo en semifinales del Mundial de Rusia.

«Uruguay es mi segundo país», había declarado el delantero del Atlético de Madrid antes del partido. Compañero de club y amigo de Diego Godín y José María Giménez, sus rivales ayer, Griezmann creció marcado por varios referentes uruguayos y adoptó numerosas costumbres del país: el mate, la música, el amor por el juego aguerrido.

«Encontré a muchos uruguayos durante mi carrera. Aprendí mucho con ellos. Me enseñaron lo bueno y lo malo del fútbol. Por eso es normal que no celebre ese gol», explicó sobre su actitud tras el partido en Nizhni Nóvgorod. «En mis primeros pasos en el fútbol siempre tuve un uruguayo para ayudarme en lo bueno y en lo malo. Les debo mucho».

Pero si Uruguay es su segundo país, el astro francés dejó claro cuál es el primero. Con una asistencia, un gol y una calidad que desarmó una y otra vez a la zaga celeste, el delantero de 27 años fue elegido hombre del partido con su actuación más desequilibrante en Rusia 2018 justo en el momento decisivo del Mundial.

«Griezmann es bastante uruguayo», había comentado antes del partido y entre risas el centrocampista Nahitan Nández, para lanzar un mensaje al francés: «Lo único que puedo decir es que se porte bien dentro de la cancha y que se acuerde de que es medio uruguayo».

Griezmann se acordó solo fuera de la cancha, cuando en el túnel de vestuarios saludó con un abrazo a los jugadores uruguayos y en particular a Godín, padrino de su hija. Pero a partir del pitido inicial, se convirtió en la peor pesadilla de Uruguay.

En un partido cerrado para Francia y con Kylian Mbappé sin poder repetir su exhibición de octavos ante Argentina, fue Griezmann quien comenzó a destrabar la situación y en el minuto 40 lanzó un tiro libre milimétrico que Raphael Varane cabeceó a la red anticipándose a toda la zaga uruguaya.

Cuando el ataque uruguayo arreciaba en busca del empate, el francés apareció en otro momento clave con el tanto que mató el partido en el minuto 61: disparó desde fuera del área y el arquero Fernando Muslera dejó que el balón le resbalara insólitamente por las manos y se colara a la red.

«Cuando controlo la pelota me dan espacio y no pienso en otra cosa que tirar y hacer que el balón se mueva un poco», explicó sobre la jugada del gol. Y sobre el clamoroso error de Muslera: «Igual quiso despejar de una manera y no le salió bien. Pero el balón se ha movido un poco y eso ha podido hace que se equivocara».

El 2-0 hizo añicos las esperanzas de Uruguay hasta el punto en que Giménez pasó los últimos diez minutos de partido llorando en la cancha. Griezmann se acercó tanto a él como a Godín en el vestuario: «Poco puedes decir. Es un momento difícil, un sueño que se acaba…», reveló sobre el diálogo, todavía cabizbajo pese a la victoria.

Así acabó la historia de un hombre con el corazón dividido que dominó la semana previa al duelo hasta tal punto que las preguntas sobre el romance entre Griezmann y Uruguay llegaron a irritar a Luis Suárez.

«No sabe lo que es el sentimiento de un uruguayo», comentó con sequedad el delantero del Barcelona cuando le preguntaron por el tema. «Por más que diga que es medio uruguayo, es francés». Y Griezmann se desquitó hoy en la cancha siendo medio uruguayo y del todo francés.

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