Nizhni Nóvgorod
DPA

Suena el himno argentino, la hinchada explota, se respira gesta en Nizhni Nóvgorod. Pero mientras los jugadores albicelestes alzan la mirada emocionados, Lionel Messi baja la cabeza, se tapa la cara, se rasca la frente. Comienza otra noche negra en la ya turbulenta historia del astro y la selección.

Después de fallar un penal en el traumático empate 1-1 ante Islandia, Messi llegaba al partido crucial con Croacia obligado a dar el golpe redentor, a tomarse la revancha, a reencontrarse con la hinchada y con la confianza. Pero la derrota por 3-0 siguió cavando un agujero del que el «diez» tendrá problemas para salir.

«Messi tiene gran experiencia y está acostumbrado a jugar con estas presiones», había avisado Javier Zanetti, histórico referente de la selección. «Messi está bien», sostuvieron sus compañeros en Rusia.

El trámite del partido lo desmintió. Messi vivió muchos momentos dolorosos con la selección, incluidas tres finales perdidas en tres años consecutivos. Pero pocas veces se había visto lo que se vio en Nizhni Nóvgorod: Argentina desmoronándose y con un pie fuera del Mundial con su máximo referente aún desaparecido.

Y parecía intuirlo Messi al pisar el campo. Nadie está en su cabeza, pero el astro del Barcelona, un jugador cada vez más anímico, ofreció desde la previa un recital gestual que contaba una historia: la historia de una presión insostenible tras ese debut con Islandia que no parece quitarse de la cabeza.

Messi disparando fuera seis de siete tiros al arco en el calentamiento. Messi rígido, solo, separado de sus compañeros. Messi cerrando los ojos el segundo previo al pitido inicial. Messi tocándose la barba y mirando al suelo cuando Enzo Pérez falló ante al arco vacío o cuando Mario Mandzukic cabeceó pegado al palo.

Después, el capitán en el círculo central, con los brazos en jarra y la mirada en el suelo, esperando a sacar tras el gol de Ante Rebic facilitado por un error garrafal de Wilfredo Caballero, otro de los jugadores argentinos que no olvidará nunca la noche de Nizhni Nóvgorod. La misma escena en los otros dos goles.

El técnico Jorge Sampaoli cambió el equipo para que Messi recibiera más arriba y no tuviera que bajar tanto para encontrar el balón, como ocurrió con Islandia. La táctica fracasó: el delantero vagó la mayoría del partido en un amplio vacío, rodeado de croatas y sin sugerir siquiera esos estallidos con los que define partidos.

Pero la debacle ante Croacia evidenció otro fracaso tal vez más grave que el táctico: el anímico. La imagen fantasmal de Messi se repitió después de una semana centrada en su recuperación por todos los frentes y medios.

El astro del Barcelona comenzó en realidad a ausentarse del Mundial después del penal con Islandia y, antes de desaparecer del todo, llegó a mostrar entonces su «amargura» y a asumir su «responsabilidad». Después, silencio absoluto. Comenzó la operación «recuperar a Messi».

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