Por Frank Fuhrig
Washington
Agencia (dpa)

Una década después de su último triunfo en un «major» y a los 42 años, Tiger Woods afrontará a partir de hoy el US Open en «buena forma» y con ganas de brillar, aunque el sueño de una victoria parece demasiado lejos.

Desde su triunfo en Torrey Pines en San Diego, el astro estadounidense ha atravesado un calvario que incluye escándalos sexuales, divorcio y lesiones graves.

Al torneo que arranca mañana en Shinnecock Hills, en Long Island, llega sin embargo con el cuerpo sanado, tras una operación en abril de 2017 que terminó al parecer con los dolores que lo tuvieron inactivo casi dos años.

Desde su regreso en diciembre, el «tigre» ha jugado diez torneos y solo ha perdido el corte en una ocasión. Antes de la intervención, Woods había disputado 13 eventos desde 2015 y solo había terminado siete.

En sus resultados de esta temporada se observan cinco «top-12», incluido un segundo puesto en el Valspar Championship en marzo en Innisbrook, Florida.

Ese torneo, a un solo golpe del ganador, Paul Casey, y empatado en segundo lugar con Patrick Reed, ganador del Masters un mes antes, despertó el apetito de los aficionados al golf de ver un regreso a su mejor forma de la gran leyenda.

El pico de la carrera de Woods, que ganó 14 «majors» en 12 temporadas, quedó probablemente atrás hace mucho tiempo, pero la velocidad de sus golpes sigue siendo impresionante, y más para un jugador de 42 años que ha pasado tantas veces por el quirófano.

En sus seis meses en el circuito, Woods ha mostrado un excelente juego con el hierro, aunque tiene algunos problemas para controlar su putt.

En su último torneo, a principio de junio en Muirfield Village (Ohio), tuvo que conformarse con la plaza 23, pero se mostró encantado con lo que consideró su mejor golpeo en cinco años.

«Esto es positivo de cara a Shinnecock, donde golpear fuerte la bola será una obligación», dijo Woods. «No había pegado así desde hacía tiempo. Si construyo sobre esto, tal y como estoy impactando ahora mismo, estoy en buena forma para el US Open».

El torneo regresa por primera vez desde 2004 a Shinnecock, un campo acorde a los estándars del US Open: con una longitud de 7,445 yardas (unos 6,800 metros), muy irregular, con ángulos sinuosos y con greens normalmente rápidos e inmisericordes.

Woods, en el puesto 80 del ranking, su mejor posición en más de tres años, está lejos de ser el favorito, por supuesto.

Dustin Johnson, que perdió el número uno hace un mes, regresó el domingo al primer lugar ganando el St Jude Classic en Southwind (Memphis), con un espectacular último hoyo en el que embocó desde 170 yardas.

Fue el segundo trofeo del año para Johnson, que ganó su único «major» hace dos años en el US Open.

El también estadounidense Justin Thomas cayó al segundo puesto del escalafón mundial. El ganador del Campeonato de la PGA de 2017 había roto con una racha de 64 semanas seguidas de Johnson en el número uno.

El inglés Justin Rose, el estadounidense Jordan Speith y el español Jon Rahm, que todavía busca su primer grande, también parten como candidatos.

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