Melbourne
DPA

La historia del tenis posará mañana sus ojos sobre la Rod Laver Arena para ver de cerca la final del Abierto de Australia entre Roger Federer y Rafael Nadal, un «revival» del todo inesperado entre dos jugadores que tratarán de estirar todavía más su leyenda.

Los 15 mil espectadores que lo verán en directo asistirán a una final de Grand Slam que simbólicamente es infinitamente más que eso. Es la oportunidad, quién sabe si la última, para que Federer estire su récord de 17 grandes. Es la oportunidad para que Nadal se coloque con 15 y apriete la lucha por el lugar más alto del olimpo tenístico. Es la oportunidad para que ambos demuestren al mundo que al clásico por antonomasia de la raqueta aún le quedan muchos capítulos.

Es, en definitiva, la final que todo el mundo quiere ver. Puro tenis. El choque entre el excelso suizo y el guerrero español. El enfrentamiento número 35 de su rivalidad, su vigésimo segunda final, la novena en un Grand Slam.

Si el tenis reúne a miles de personas alrededor de una cancha y a millones más en el televisor por todo el mundo, si el deporte de la raqueta se convirtió en un negocio multimillonario, es en gran medida por jugadores como Federer y Nadal. Talento y carisma a borbotones.

Muy pocos se imaginaban hace apenas unas semanas que la final del primer grande de la temporada sería un regreso al pasado. Todas las fichas estaban puestas sobre Andy Murray y Novak Djokovic, pero cayeron en las primeras rondas. Ahí comenzó el runrún en Melbourne. ¿Es posible que Nadal y Federer puedan llegar a la final?

El primero llegaba tras una gran pretemporada en su Manacor natal, pero había sufrido una lesión de muñeca a mitad de 2016 y llevaba sin superar los cuartos de un Grand Slam desde Roland Garros 2014. El segundo apenas jugó siete torneos el año pasado por una lesión de rodilla y aterrizó en Melbourne sin haber competido en los últimos seis meses. A eso se le sumaba que no gana un grande desde Wimbledon 2012.

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