Madrid
Agencia dpa

Iker Casillas se convirtió en mito del Real Madrid a base de paradas heroicas y grandes títulos. Pero también fue en su casa, en el estadio Santiago Bernabéu, donde conoció a sus mayores detractores.

_Depo4_1bEl futbolista español no volverá a defender la portería del Real Madrid. Algunos hinchas del equipo blanco le extrañarán. Otros, en cambio, festejarán que Casillas, de 34 años, haya elegido seguir su carrera lejos de la capital española.

Los aficionados más veteranos del Real Madrid se empeñan en recordar que ni Alfredo Di Stéfano se libró de ser silbado por la hinchada del Bernabéu. Fue y es un estadio que tuvo pitidos para todos. Para Di Stéfano, para Zinedine Zidane, para Luis Figo, para Raúl González. Y también para Casillas.

«El público es soberano y, si me pitan, lo que tengo que hacer es aceptarlo y entrenarme. Está en su derecho y a mí me queda responder de la manera que sé, jugando al fútbol», dijo en septiembre de 2014, justo al inicio de la que iba a ser su última temporada en el club al que llegó con diez años.

Los silbidos a Casillas no fueron esporádicos. En las últimas temporadas en el Real Madrid, desde que chocara con el entrenador Jose Mourinho, se convirtieron en algo constante, provocando situaciones hasta entonces inverosímiles. Había partidos en los que la mitad del público se empeñaba en silbar al portero y la otra mitad en animarlo.

«Merece un trato mejor», llegó a decir el capitán del Barcelona, su amigo Xavi Hernández, un jugador que también dejó este año la Liga española.

Antes de ese «enfrentamiento» entre Casillas y afición, todo eran aplausos para el guardameta.

No importaba que no saliera bien a por los balones aéreos o que no intimidara con su presencia (1,85 metros). Lo suyo no era eso. Él vivía de paradas «milagrosas», de vuelos sin motor a los ángulos para desviar la pelota, de movimientos de felino en la línea de gol.

El escritor uruguayo Eduardo Galeano describió la figura del portero como el futbolista «condenado» a mirar el partido de lejos. «Él no hace goles. Está allí para impedir que se hagan. El gol, fiesta del fútbol: el goleador hace alegrías y el guardameta, el aguafiestas, las deshace».

Casillas aguó muchas fiestas. Los hinchas del Bayer Leverkusen recuerdan seguro a aquel portero con cara de niño que, saliendo del banquillo en los últimos minutos de la final de la Liga de Campeones 2002, se convirtió en su pesadilla. Lo paró todo en esos instantes en los que caminaba hacia su segunda Champions con el Real Madrid.

Era mayo de 2002 y su leyenda acababa de empezar. Lo ganaría todo con el club blanco: Ligas, Champions, Copas del rey, Supercopas de Europa, de España, Mundial de clubes y Copas Intercontinentales.

«Lo llevo en mi corazón porque son muy pocos los que han ganado tanto», dijo recientemente el colombiano René Higuita, considerado como uno de los grandes arqueros de todos los tiempos.

Casillas también fue parte fundamental de la España que ganó un Mundial y dos Eurocopas entre 2008 y 2012.

Hay dos instantes imborrables en la memoria de los fans españoles en la final del Mundial de Sudáfrica 2010, en la que la selección ganó su primera y única Copa del Mundo: el gol de Andrés Iniesta y la atajada, con el pie y a la altura del punto de penal, de Casillas a Arjen Robben en un mano a mano.

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