Por Ignacio Naya
Madrid,
Agencia dpa

«Don Julio», como se conocía al dirigente en su país, murió hoy a los 82 años de un ataque cardiaco cuando aún estaba sentado en el trono de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y era vicepresidente primero del ente rector del fútbol mundial, donde ocupaba el influyente cargo de jefe de la comisión de finanzas.

«Cuando deje la FIFA será para ir al cementerio», dijo a dpa Grondona en el congreso del organismo en Sao Paulo, justo antes de empezar en junio el Mundial de fútbol de Brasil.

La frase, pronunciada entre continuas negativas a hablar sobre los temas polémicos, fue no sólo una declaración de intenciones, sino también la descripción de una vida dedicada a ejercer el poder.

Grondona fue una de las figuras emblemáticas de esa generación de dirigentes que convirtieron el fútbol en un fenómeno social sin parangón y en una máquina imparable de hacer dinero, pero que al mismo tiempo contribuyeron a la destrucción de la imagen de la FIFA, envuelta en casos de corrupción y venalidad.

Harto de los malos titulares, el argentino evitó el contacto con la prensa en sus últimos años de vida, en los que no obstante siempre se mantuvo firme al frente de sus cargos en el fútbol, donde pocos se atrevían a llevarle la contraria.

Grondona se consideró siempre un hombre hecho a sí mismo. Dueño de una ferretería en Avellaneda, al sur de Buenos Aires, el argentino se acercó pronto al mundo del fútbol, su gran pasión, fundando junto a otros dirigentes el club Arsenal, en cuya presidencia estuvo casi 20 años.

«Don Julio» se puso en 1976 al frente de Independiente, pero en 1979, tras la victoria albiceleste un año antes en el Mundial de Argentina, se hizo con el mando de la AFA, que ya no soltaría hasta su muerte, 35 años después.

Quince presidentes de la república pasaron por la Casa Rosada mientras Grondona fue jefe del fútbol argentino: llegó al puesto con la dictadura militar en el gobierno y murió con la peronista Cristina Kirchner en el poder. Con todos supo convivir y crecer.

Hasta su llegada, los presidentes de la AFA duraban poco en el cargo porque tenían que compaginarlo con sus trabajos. Él supo hacer del fútbol una herramienta a través de la cual influir. Todo gira en Argentina a través de la AFA, encargada de negociar y repartir entre los clubes los ingresos por televisión.

En paralelo, el dirigente construyó una carrera de éxito en la FIFA, donde siempre fue un aliado fiel del presidente Joseph Blatter y a cuyo comité ejecutivo llegó en 1988. Al frente de la comisión de finanzas, aprovechó la explosión comercial del fútbol para llenar de dinero las cuentas suizas del organismo y disputar el poder a la vieja Europa.

«Antes de llegar yo a la comisión de finanzas, estaban ellos, los que ahora piden transparencia. La cuenta estaba a -11 millones. Ahora yo la tengo a +1.000 millones. Un argentino, sin hablar inglés», dijo en una entrevista con dpa en 2011.

«Hemos repartido el dinero por todo el mundo. Yo practico el socialismo con plata, que es lo que me gusta. No el socialismo sin nada, que no sirve», insistió.

Eran los tiempos en los que las acusaciones de corrupción y sobornos llovían sobre la FIFA y sus dirigentes, que un año antes habían elegido a Rusia y Qatar para organizar los Mundiales de 2018 y 2022.

«Voté por Qatar, sí. Porque si le daba el voto a Estados Unidos era como dárselo a Inglaterra. Y eso no», confesó entonces. «Hace unos meses dijeron que me habían dado 78 millones. Aún estamos mi mujer y yo contándolos», ironizó el argentino.

La muerte en 2012 de Nélida Pariani, a la que conoció cuando tenía 14 años y con la que tuvo sus tres hijos -Liliana, Julio y Humberto-, afectó no sólo emocional, sino también físicamente a un Grondona que en los últimos dos años sufrió una decadencia apreciable, pese a que siguió viajando por medio mundo.

Hace poco más de dos semanas, Argentina estuvo a punto de ganar en Río de Janeiro el tercer título mundial de su historia y el segundo bajo Grondona, pero un gol en la prórroga del alemán Mario Götze lo impidió.

El jefe de la AFA no pudo ver a Lionel Messi, el segundo de los dos genios argentinos con los que convivió, levantar la Copa del Mundo. Sí lo hizo en México 1986 con Diego Maradona, el ídolo popular con el que tuvo una relación de amor-odio.

«No le hablés de Maradona», dijo a dpa la mujer de Grondona un año después del Mundial de Sudáfrica 2010, cuando la decisión del dirigente de darle el mando de la selección al ex futbolista terminó con una desastrosa derrota por 4-0 ante Alemania en cuartos de final.

Antes, el «10» ya había puesto en un compromiso la carrera de Grondona en la FIFA, cuando el dirigente decidió retirar al jugador del Mundial de Estados Unidos 1994 tras dar positivo por efedrina.

Hace unas semanas, en Brasil, el presidente de la AFA calificó a Maradona de «mufa» (persona que trae mala suerte) después de un partido de Argentina en el Mundial. «Pobre estúpido», le respondió el ex jugador. «Quiero decirle a Grondona que lo que tengo puesto me lo gané trabajando, lo que tiene puesto él se lo compró con la FIFA».

«Don Julio», cuyo estilo caudillista ahogaba la disidencia, deja un enorme vacío de poder en un fútbol argentino que deberá enfrentarse al misterio de vivir sin Grondona.

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