Por JOHN KEKIS, Associated Press
COOPERSTOWN,
Agencia AP

El ser elevado al Salón de la Fama de béisbol puede causar tales efectos, inclusive en figuras tan connotadas.

Thomas, los lanzadores Tom Glavine y Greg Maddux, así como los pilotos Bobby Cox, Torre y La Russa fueron consagrados el domingo en el templo de los inmortales de las Grandes Ligas; todos rindieron un homenaje a sus familias ante una multitud de casi 50.000 admiradores.

«No tengo palabras. Gracias por tenerme en su club», declaró Thomas, a quien embargó la emoción cuando recordó a su padre ya finado. «Señor Frank, sé que está viendo. Sé ciento por ciento que sin usted no estaría hoy aquí en Cooperstown. Usted siempre me guio, ‘puedes ser alguien especial si perseveras’. Guardé esas palabras en el corazón, papá».

«Mamá, te agradezco todo tu amor de madre y tu apoyo. Estoy consciente de que no fue fácil».

Thomas, de 46 años, el primer jugador elegido al Salón de la Fama que fue bateador designado más de la mitad de su periodo como jugador, acumuló promedio de .301, 521 jonrones y 1.704 carreras impulsadas en su trayectoria de 19 años, en su mayoría con los Medias Blancas de Chicago.

Es el único pelotero en la historia de las Grandes Ligas que registró en siete temporadas consecutivas promedio de .300, 20 jonrones, 100 impulsadas y 100 bases por bolas.

Torre, como piloto y diplomático, tranquilizó al más exigente de los dueños, George Steinbrenner, y conservó la calma en medio de la locura del Bronx mientras contenía a todos los egos después de asumir el timón del equipo en 1996.

La recompensa: 10 títulos de división, seis banderines de la Liga Americana y cuatro triunfos de la Serie Mundial en 12 años en los que restauró la imagen del equipo más triunfal del béisbol y la propia después de tres despidos.

Torre, el único piloto que acumula más de 2.000 hits (2.342) y más de 2.000 victorias como piloto, fue el último de los oradores; antes de terminar hizo una declaración familiar.

«El béisbol es el deporte para toda la vida. No es perfecto, pero se siente como si lo fuera», declaró Torre, de 74 años, quien se disculpó después por haber omitido en su discurso a la familia Steinbrenner.

La jornada fue como un especial de reencuentro para la ciudad de Atlanta. Glavine, Maddux y Cox fueron parte integral de un sostenido ciclo de éxito de los Bravos. Salieron campeones de su división en 14 años seguidos y participaron en 15 playoffs, ganando el único título profesional de la ciudad en 1995.

«Me siento muy honrado de estar aquí frente a todos estos», dijo Cox. «A Tom Glavine y Greg Maddux, y al tercer miembro de nuestro gran tridente — John Smoltz — con toda honestidad diría que no podría estar aquí de pie si no fuera por ustedes».

Smoltz, quien trabajó en la transmisión del acto para la MLB Network y cuyo nombre estará en las papeletas de votación el año próximo, sonrió ante el elogio.

Maddux, ahora con 48 años, ganó 355 juegos y perdió 227, con una efectividad de por vida de 3.16 en 23 campañas con los Bravos, Cachorros, Padres y Dodgers. Ocupa el octavo puesto en la lista histórica de victorias. Dueño de un control hermético, ganó el Cu Young en cuatro años seguidos durante la década de los 90, con 17 campañas seguidas de 15 o más triunfos.

«Pasé 12 años en Chicago, 11 en Atlanta, y ambos fueron sitios muy especiales», dijo Maddux. «No podría estar aquí sin las experiencias en ambas ciudades».

La Russa, tercero en la tabla histórica de victorias como piloto con 2.728, por detrás solo de Connie Mack y John McGraw, ganó el premio al Manager del Año en cuatro oportunidades y conquistó 12 títulos de división, seis banderines de circuito y tres Series Mundiales con los Medias Blancas, Atléticos y Cardenales.

La Russa improvisó su discurso.

«Es algo incómodo porque yo fracasé como pelotero», dijo La Russa, quien debutó en las mayores como infielder en sus años adolescentes con los Atléticos de Kansas City en 1963 y apenas tuvo acción en 132 juegos en seis temporadas al batear para .199 sin jonrones.

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