Sin importar cuánto rogó la brasileña Nicole Amaro, de 9 años, a su padre que la dejara practicar skateboarding, Deivison no cedió ante el temor de que ella se lastimara, y se mantuvo firme.
Luego, cuando la súplica parecía ser inútil, sucedió lo imposible: Brasil recibió la visita de un hada.
Bajo el apodo de Fadinha, o «Pequeña Hada», Rayssa Leal, de 13 años, se convirtió en una sensación de la noche a la mañana después de ganar la medalla de plata en el debut de skateboarding en los Juegos Olímpicos. Los giros, deslizamientos y golpes de la tabla de la medallista más joven en la historia de Brasil atrajo tanta atención como su sonrisa con frenillos dentales y su actitud despreocupada -quizá mejor plasmada por su ahora famoso «baile de hada» que realiza mientras espera su última participación.
Y de regreso a casa, algo mágico sucedió. Desde los vecindarios más adinerados de Brasil hasta sus favelas de clase trabajadora, en parques para practicar skateboarding y en estacionamientos vacíos, la moda del skateboarding ha tomado fuerza.
«Mis padres estaban preocupados, les tomó tiempo acceder. Pero cuando vieron los Juegos Olímpicos, se dieron cuenta de que es un deporte grandioso», dijo Amaro a The Associated Press en el skatepark de Sao Caetano do Sul, una ciudad adinerada de la zona metropolitana de Sao Paulo. Ella recibía su primera clase de dos horas y se tambaleaba en su tabla -con la bendición de un atento Deivison. Otras ocho niñas y mujeres jóvenes, de edades entre los cuatro y los 20 años, también practicaban.
Eduardo Braz, un ex practicante profesional de skateboarding y propietario del skatepark, dijo que antes de los Juegos de Tokio, solía recibir mensajes de una o dos niñas que querían tomar clases en un día normal. Ahora son generalmente unas 20 las que lo contactan, ansiosas de aprender.
«Estuvimos a punto de cerrar debido a la pandemia», dijo Braz. «Rayssa fue un regalo. Muchas niñas solían sentirse un tanto tímidas rodeadas de niños, pero ahora las cosas serán distintas para ellas».
Los brasileños vieron por primera vez a Rayssa Leal en 2015, cuando un video mostró a la niña, de entonces siete años, intentando un giro de talón sobre tres escalones luciendo un vestido azul y alas de hada. En el video cae un par de ocasiones, pero en el tercer intento lo logra. La leyenda estadounidense del skateboarding, Tony Hawk, compartió el video en las redes sociales y lo que llamó su «heelflip de cuento de hadas» se hizo viral.
Desde entonces, Hawk y Leal han logrado un lazo, y en las redes sociales de la menor -donde su número de seguidores se ha disparado a millones- ella lo llama cariñosamente Tio Toninho, «Pequeño Tío Tony». Ellos se encontraron en Tokio y él la acompañó mientras ella entrenaba.
A su regreso al estado de Maranhao, en la región noreste de bajos recursos de Brasil, ella fue sorprendida por un nuevo mural pintado en los muros de su escuela. La muestra en pleno vuelo realizando un giro de talón, y con la frase «si puedes soñar, se puede hacer realidad».
Leal no es la primera brasileña skateboarder, y pioneras -como su propia ídolo, Leticia Bufoni, de 32 años- batallaron para abrirse paso y ser aceptadas. Cuando Bufoni tenía 10 años, su padre quebró su tabla a la mitad en un intento de terminar abruptamente con su hobby.
Después de la exhibición de Leal en los Juegos Olímpicos, ningún padre en Brasil puede argumentar eso.
La afición por el skateboarding también ha llegado a una de las favelas más conocidas de Río de Janeiro, Cidade de Deus, que está en poder de narcotraficantes y saltó a la fama por la película del mismo nombre en 2002.
Ahí, Ana Júlia dos Santos, de ocho años, pudo empezar a practicar skateboarding hace un año gracias al proyecto social CDD Skate Arte, que se centra en empoderar a los niños y evitar que se involucren en actividades delictivas. La mayoría de los participantes son niñas.
Ella vio a Leal ganar su medalla, y desde entonces ha estado patinando diariamente.