El siguiente texto de Platón nos muestra una fundamentación de la moral en las ideas eternas. Platón se enfrenta a una concepción ética y política —la del sofista Trasímaco— según la cual lo justo es simplemente lo establecido por el más fuerte. No hay más justicia, afirma Trasímaco, que la socialmente establecida por quien tiene el poder. Frente a esta concepción, Platón busca un modo de fundamentar criterios universales de justicia: tiene que haber normas por encima de cada gobernante de turno, a las cuales se tengan que someter todos los hombres que pretenden ser justos. Para ello, formula su teoría de las ideas: los hombres sabios, mediante un esfuerzo intelectivo, pueden abandonar el mundo sensible (que compara a una oscura caverna) y alcanzar el mundo inteligible (compara con el sol). En ese mundo descubrirán las ideas de bien, justicia, etc., según las cuales los filósofos podrán organizar el caos del mundo sensible, fundando un Estado o república ideal. (*)

 

* González Antonio. Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación. UCA Editores. San Salvador, 2005.

 

 

Trasímaco. —Escucha, pues: sostengo que lo justo no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte. ¿Por qué no lo celebras? No querrás, de seguro.

Sócrates. —Lo haré cuando llegue a saber lo que dices; ahora no lo sé todavía. Dices que lo justo es lo que conviene al más fuerte. ¿Y cómo lo entiendes, Trasímaco? Porque, sin duda, no quieres decir que si Polidamante, el campeón del pancracio, es más fuerte que nosotros y le conviene para el cuerpo la carne de vaca, este alimento que le conviene es también adecuado y justo para nosotros, que somos inferiores a él.

Trasímaco. —Desenfadado eres, Sócrates, y tomas mi aserto por donde más fácilmente puedas estropearlo.

Sócrates. —De ningún modo, mi buen amigo, pero di más claramente lo que quieres expresar.

Trasímaco. —¿No sabes que las ciudades las unas se rigen por tiranía, las otras por democracia, las otras por aristocracia?

Sócrates. —¿Cómo no?

Trasímaco. —Y el gobierno de cada ciudad ¿no es el que tiene la fuerza en ella?

Sócrates. —Exacto.

Trasímaco. —Y así, cada gobierno establece las leyes según su conveniencia: la democracia, leyes democráticas; la tiranía, tiránicas; y del mismo modo los demás. Al establecerlas, muestran los que mandan que es justo para los gobernados lo que a ellos conviene, y al que se sale de esto lo castigan como violador de las leyes y de la justicia. Tal es, mi buen amigo, lo que digo que en todas las ciudades es idénticamente justo: lo que conviene para el gobierno constituido. Y éste es, según creo, el que tiene el poder de modo que, para todo hombre que discurre bien, lo justo es lo mismo en todas partes: la conveniencia del más fuerte.

Sócrates. —Ahora comprendo lo que dices; si es verdad o no voy a tratar de verlo. (…)

Sócrates. —Pues bien, esta imagen hay que aplicarla toda ella (…) a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región contemplada por medio de la vista con la caverna-prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder del sol. En cuanto a la subida al mundo, de arriba y a la contemplación de las cosas de este mundo, si la comparas con la ascensión del alma hasta la región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas

conocer, y que sólo la divinidad sabe si por acaso está es lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del Bien; pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas sensibles; que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta —al sol—, en el mundo inteligible ella es la soberana y productora de verdad y de conocimiento; y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en la vida privada o pública.

(Tomado de la República, libros I y VII, siglo IV a. C.)

INGRESE PARA DESCARGAR EL SUPLEMENTO CULTURAL

Artículo anteriorWilliam Valle-Picón
Artículo siguienteEtha