El siguiente texto de Xavier Zubiri (1898-1983) enmarca bastante bien el conjunto de problemas éticos que nos presentan otros autores. Para Zubiri, la moral es una dimensión real del hombre: éste, en lugar de estar determinado por la naturaleza, como el resto de los seres vivos, posee propiedades que sólo obtiene mediante una decisión y una apropiación personal. En el hombre, la naturaleza no lo decide todo, sino que su mismo ser se constituye en la historia, en la configuración histórica de su propia realidad. Igualmente, aunque la sociedad en buena medida determina al hombre, éste tiene la posibilidad de rebelarse contra lo socialmente impuesto y tomar decisiones al margen de lo establecido. La dialéctica hombre-naturaleza y hombre-sociedad es expresada por Zubiri (al igual que otros autores como Gramsci o Marcuse) mediante el concepto clave de posibilidad. (*)
* González Antonio. Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación. UCA Editores. San Salvador, 2005.
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En efecto, además de las propiedades formales que emergen “naturalmente” de las sustancias que la componen, la sustantividad humana tiene otras cuya raíz no es una “emergencia sino una “apropiación”: la apropiación de posibilidades. (…) La virtud o la ciencia, por ejemplo, no son unas notas que el hombre tiene por su naturaleza, al igual que el talento o la estatura, o el color natural de los ojos. En el hombre, antes de su decisión libre hay talento, pero no hay virtud ni ciencia (…). Virtud y ciencia son sólo dos posibilidades de vida y de realidad humana a diferencia de otras, del vicio y de la practiconería, por ejemplo. Para “tenerlas”, el hombre tiene que elegir entre esas posibilidades y apropiárselas. (…). Los griegos no hablaron más que de propiedades, distinguiéndolas sólo por su contenido, pero no observaron que antes que por su contenido, las propiedades se distinguen por el modo mismo de ser propias: unas lo son por “naturaleza”, otras por “apropiación”. Lo primero se da en las sustantividades meramente sustanciales, lo segundo en las sustantividades superiores. La realidad sustantiva cuyo carácter «físico» es tener necesariamente propiedades por apropiación, es justo lo que yo entiendo por realidad moral. Lo moral en el sentido usual de bienes, valores y deberes, sólo es posible en una realidad que es constitutivamente moral en el sentido expuesto. Lo moral es a su modo algo también «físico». (…)
Todo hombre, por el hecho de vivir en una sociedad, recibe una cierta idea de lo que el hombre debe ser; recibe un sistema de valoraciones, de normas, etc. (…). Este sistema vigente puede ser muy distinto en diversas épocas: pero es a él al que refiere el hombre sus acciones, y en su virtud unas posibilidades le parecen o no preferibles a otras. La fuerza con que esta idea del hombre actúa en cada una de las personas pende —se nos dice— de cuál sea la idea de aquella sociedad a la que el hombre está inexorablemente incorporado. La fuerza de preferibilidad es pura y simplemente la presión social. (…)
Que esto sea verdad, dentro de sus límites, es innegable. Sería quimérico pretender que las acciones concretas puedan tener un valor concreto, absolutamente determinado, válido a lo largo de toda la historia. Pero de ahí no se sigue que la presión social sea lo único, ni lo decisivo, para explicar la fuerza de la preferibilidad. No es lo único, porque el hombre puede volverse contra la sociedad. El hombre, al menos en su fuero interno, se puede rebelar contra su propia sociedad. Pero tampoco es lo definitivo, porque la presión social lo que definirá será la normalidad de un hombre en aquella sociedad. En alguna manera justificará que esa normalidad sea la que deba existir. (…) Lo social, ni cuando existe, está caracterizado primaria y formalmente por ser una presión, sino que está caracterizado por ser un poder. Como poder es inexorable; pero también como poder deja la posibilidad de apoyarse en él para rechazarlo o para aceptarlo.
(Tomado de Sobre el hombre, 1986.)