Hugo Gordillo
Escritor

Siglo nuevo, vida nueva para los artistas, sin olvidar el cierre de la centuria previa y a sus mejores exponentes. Si los genios atormentados posimpresionistas como Gauguin y Van Gogh abren el camino, los sensibles fovistas lo amplían, llevando el color a la categoría de absoluto en la creación del reino de la alegría más efímero de la historia. Todo empieza en la Escuela de Bellas Artes de París, donde Moreau dice a sus alumnos: yo soy el puente sobre el que ustedes pasarán, si no tienen imaginación, no conseguirán bellos colores.

Los invita a perseguir sus sueños porque el sentimiento interior es verdadero. A uno de los que les cae el guante y se lo planta es Matisse, quien víctima de su miopía pinta cuadros grises, pero da un giro en la búsqueda de la luz y el color. Invita a sus amigos a seguir la huella hacia el sur, donde Van Gogh alucinó en las orillas del Ródano, frente al Mediterráneo. Matisse no solo hace lo mismo, sino que se embarca; cruza el mar y llega hasta Marruecos, país dominado por el colonialismo francés y español.

El resto de África organiza la resistencia contra los imperios europeos, mientras Estados Unidos hace contratos con los gobiernos de América Latina para intervenirla y hacer del subcontinente su patio trasero. En Guatemala, la United Fruit Company empieza por llevar y traer correo y se convierte en la mayor propietaria de tierras. Matisse vuelve con las maletas cargadas de brillo y esplendor oriental. Los llamados “fieros” por un crítico de arte, no pintan lo que ven, sino que plasman colores. Excluyen la línea horizontal pasiva y suenan como una bomba fresca de color y vida en la Exposición de 1905. Es el mismo año cuando Einstein publica su Teoría de la Relatividad, que permite crear la bomba atómica, usada criminalmente por Estados Unidos, con uno de los legados más vergonzosos de luto y muerte en la historia del hombre, lobo del hombre.

En la escultura permanece la idea vanguardista de abandonar la condición figurativa. Cualquier objeto tridimensional creado está sometido a la acción o interpretación de su creador. Los arquitectos deben esperar un nuevo estilo. Continúan construyendo eclécticamente con cúpulas y ornamentación. Usan hormigón, vidrio y acero en las grandes construcciones. En los albores del nuevo siglo, la fabulista e ilustradora británica Beatrix Potter inaugura la literatura infantil y juvenil moderna con su cuento de Peter Rabitt, seguido por la obra de teatro Peter Pan y Wendy, del escocés Barrie.

Peter Pan odia el mundo de los adultos, que bien podría ser un rechazo del autor a la vida de las urbes y a las nuevas relaciones de dependencia entre personas y estados. Contrario a este rechazo, los fovistas se perfeccionan con temas de ocio. Aunque no hay un manifiesto fauvista, existen los Apuntes de un Pintor (1908) donde Matisse revela que no puede distinguir entre su sentimiento de la vida y la manera en que traduce ese sentimiento. La traducción es la obra de arte que refleja ese sentimiento pasado por la experiencia.

Los fovistas promueven la individualidad y defienden la idea de que la pintura puede ser un medio de expresión per se. La unidad del grupo los lleva a hacer retratos unos de otros. Aunque caricaturescas, las obras reflejan sus personalidades. Derain pinta a Matisse como el patriarca con un alto grado de autoridad sobre el grupo. Matisse devuelve el cumplido con gran humor, pintando a Derain con una personalidad extrovertida, reflejada en su trabajo artístico.

Más humorista resulta Manguin, que perfecciona su arte practicando la caricatura a base de autorretratos. Derain también trabaja con Vlaminck y se critican mutuamente. Es la alegría de vivir en el Mediterráneo donde, juntos, los artistas pagan a sus modelos sobre las que plasman el punto de vista personal, jugando imaginariamente con la luz y el color. La armonía de sus creaciones deviene del contraste y la oposición de colores complementarios, fríos y cálidos, oscuros y luminosos. Las pinceladas son gruesas y violentas sobre formas y composiciones sencillas. A veces recurren al puntillismo grueso y rectangular. Los colores transmiten sentimientos. Dan la sensación de que en La Danza están bailando la Sardana, y Las Velas Rojas son movidas por el viento.

A Matisse le gusta pintar mujeres. Sus críticos dicen que las retrata desproporcionadas, pero el artista se defiende señalando que él no crea mujeres, sino que pinta cuadros, para enseñarles que el arte está en la transgresión de la realidad. La pintura es un lugar imaginario, un espacio al margen de la vida cotidiana. Su hija y la madre de ésta son sus modelos. A la niña la retrata dibujando o pintando. Una de sus obras en las que retrata a Margarita termina en manos de Picasso, tras un intercambio con el pintor español.

Del fovismo se menciona que es un arte impresionista subido de tono y color, y que es una especie de simbolismo. Lo cierto es que, aunque Matisse está obsesionado con Van Gogh, sabe que la nueva ola plástica es diferente. Vlamick se atreve a decir: el fovismo soy yo. Pero su frase más popular es: desde ahora quiero más a Van Gogh que a mi padre.

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