Brenda Janeth Porras Godoy
Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla, España. Docente universitaria.
Posiblemente donde más se evidencia la consolidación de una escuela escultórica guatemalteca en el segundo cuarto del siglo XVIII sea en los temas de Pasión. Buscando los orígenes de la tipología del Crucificado, lo encontramos en una pieza que hoy en día pasa desapercibida, como oculta. Se trata del relieve de un Calvario en el remate de la portada de la ermita de la Santa Cruz, en La Antigua Guatemala, construida en el año 17311.
Es en el Cristo que pende de la cruz donde también empezamos a ver la decantación de una escuela propia, de manera especial, en el diseño del perizoma, que se reproducirá sucesivamente. Se sujeta por medio de una cuerda y se deja al descubierto ambas caderas del Redentor, siguiendo modelos sevillanos de finales del siglo XVII, aunque simplificado y menos voluminoso. Sobre la pierna izquierda, se forma una curva en V. A la derecha, se observa un amplio nudo, que cae en forma de pliegues extendidos, quizás movido por el viento, lo que aporta movimiento a la composición. Al frente, tiene un doblez que se abulta y cae en múltiples pliegues.
Muy probablemente de finales del siglo XVIII, ya podemos situar al Crucificado “guatemalteco”, concordando con la sensibilidad del final del barroco, que interpreta con elegancia, incluso los temas dramáticos. Uno se encuentra en la iglesia de la Merced de la Nueva Guatemala. Se trata de un Cristo muerto, colgado de una cruz arbórea, acentuando la disposición de sus brazos en forma de V, que se representan en tensión al señalar el entramado de venas y tendones bajo la piel. Refleja una sagrada dignidad, de expresión apacible, serena, de blando y terso modelado, de anatomía sin acusados relieves, sin contrastes violentos. De proporción alargada, su complexión es la de un cuerpo delgado, perdiéndose la sensación de masa.
Sus manos están extendidas de una forma suave y tranquila y con la derecha hace un gesto de bendición. En los pies, el tallado se suaviza y se relajan las formas. La cabeza cae sobre su hombro derecho, lo que deja plenamente visible el perfil del rostro alargado, característica que se acentúa por la prolongación de la barba que nace ajustada a las mandíbulas y se extiende bífida, formando dos ondulaciones en “S” encontradas. La boca entreabierta -de gruesos labios que dejan visible los dientes superiores-, ojos entreabiertos y cejas levemente fruncidas son las únicas manifestaciones de dolor. Tiene una afilada nariz.
La cabellera peinada refleja una tranquila hermosura, formada por superficiales líneas, que nace muy ajustada a la cabeza, partida a la mitad, formando dos casi imperceptibles curvas sobre la frente y termina formando gruesos mechones sinuosos, con ondulaciones que se recogen sobre la bien lograda oreja y cae en tres vueltas. Largos mechones de pelo caen sobre su hombro derecho.
El paño de pureza acordonado tiene la misma disposición de telas y nudo, que ya veíamos desde los años treinta del siglo XVIII en el Crucificado del Calvario de la fachada de la Ermita de la Santa Cruz. Aunque de frente apenas tiene muestras de la pasión –la policromía de sangre es escasa y la llaga del costado tiene forma cóncava larga apenas abierta-, no es así en la espalda, que se observa completamente lacerada.
Del mismo modelo y similar tamaño es el Crucificado conocido como “de las Ánimas” de la catedral. Esta tipología de Crucificado fue imitada incansablemente, principalmente en obras de pequeño formato y también se cuenta con una representación pictórica en un retablo lateral de la iglesia de Quetzaltepeque, Chiquimula.
Es lógico que sean precisamente los temas de pasión, propios de la devoción hacia la muerte redentora del Hijo de Dios, promovidos durante el barroco, los que presenten mayor cuidado e innovación en las soluciones formales.
Cristo Crucificado guatemalteco, iglesia de la Merced de la Nueva Guatemala
Fotografía: B. Porras
Detalle del rostro del Cristo Crucificado de la iglesia de la merced de la Nueva Guatemala
Fotografía: B. Porras
1 Verle Lincoln Annis (1968). The Architecture of Antigua Guatemala 1543-1773. Guatemala: Universidad de San Carlos de Guatemala. Páginas: 213-215.