Fenomenología y religión

Max Scheler (1874-1928) es uno de los más destacados discípulos de Edmund Husserl.  Entre otras contribuciones filosóficas de Scheler, hay que destacar el hecho de que él fue uno de los pioneros en la aplicación de la fenomenología a los religiosos. El fenomenólogo no pretende explicar los hechos —esta es la tarea de las ciencias— sino simplemente describirlos en su inmediatez para la conciencia. En este sentido, el fenomenólogo prescinde de la existencia o inexistencia de los objetos que experimenta el hombre religioso —considera que esto es un problema ulterior—, y se limita a la descripción de esa experiencia. La verdad o falsedad de las afirmaciones religiosas consiste entonces simplemente en la mayor o menor adecuación de la descripción con el objeto experimentado en la vivencia subjetiva, sea éste real o no. (*) * González Antonio. Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación. UCA Editores. San Salvador, 2005.

La fenomenología se opone claramente a todo cuanto hasta ahora se ha llamado empirismo y positivismo. Las teorías filosóficas así denominadas, de hecho no examinaban simple y puramente lo dado en la vivencia, sino que, habiendo elegido como base un concepto muy estrecho de experiencia —esto es, el concepto de «vivencia por medio de los sentidos»— declaraban que todo cuanto se debe considerar como dado ha de ser reducido a la «experiencia.» La fenomenología no admite que se tome como base un «concepto» de experiencia y exige que también los conceptos de «sensación» y «sensibles» se justifiquen fenomenológicamente. Es cierto que todo lo dado descansa en la experiencia, pero no es menos cierto que toda clase de experiencia de algo conduce hacia algo dado. El empirismo chato y estrecho de los sensualistas desconoce esta última proposición y suprime simplemente todo lo dado que no puede ser «identificado mediante una impresión o mediante derivados de ésta, o también lo anula al explicarlo» (…).

Hay un hecho que separa a la filosofía fenomenológica del empirismo y del racionalismo

tales como han sido desarrollados hasta ahora, y es el siguiente: la fenomenología recurre a la plena vivencia espiritual que tiene lugar incluso en lo que sólo es intención de acto, o en cualquier forma «conciencia de algo» y que, por lo tanto, no se limita a «representar» objetos. (…). En la vivencia, el mundo está dado en principio con la misma inmediatez como objeto que como portador de valores. Se trata, pues de aquellos fondos esenciales que se dan inmediatamente y se manifiestan, con la rapidez del rayo, en los actos, y sólo en ellos; y que encierran el sentimiento de algo, como por ejemplo, de la gracia de un paisaje, del amor y el odio, de la voluntad y la no voluntad, de la visión y la fe religiosas (…).

Todo cuanto en otro enfoque es todavía formal, aquí se convierte en materia de contemplación. Y la filosofía fenomenológica se comportará frente a un objeto religioso o a un valor

moral, del mismo modo que lo hace frente al color rojo. (…). Quien tiene alucinaciones de modo que en su alucinación ve una silla marrón y emite sobre ella el juicio «esta silla es amarilla,» o quien la comprende bajo el concepto de «mesa,» emite un juicio falso. Emite, en cambio, un juicio verdadero cuando opina que «esta silla es marrón» o que «ésta es una silla.» Porque si bien en cada juicio se supone conjuntamente la existencia del objeto, o sea su sujeto, en modo alguno se hace lo mismo con el grado de relatividad de su existencia. ¿Quién dudaría de que en un tratado mitológico sobre Zeus y Apolo se pueden emitir juicios tanto verdaderos como falsos?

(Tomado de Sobre lo eterno en el hombre, 1921)

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