Dennis Orlando Escobar Galicia
Periodista

La actual pandemia ha acabado con la vida de destacadas personalidades de la ciencia, el arte, la técnica, el deporte y más. El cine no es la excepción. El 11 de diciembre de 2020 falleció a los cincuenta y nueve años –por complicaciones derivadas del covid 19- Kim Ki-duk, uno de los más destacados y controversiales guionistas y directores de cine de los últimos años. Me enteré porque después de volver a ver unas de sus películas ingresé a internet para ver que tenía de nuevo.

Kim (1960-2020) empezó su brillante carrera cinematográfica a los treinta años y a él –según muchos críticos e historiadores- se le debe la incursión del cine surcoreano en el mundo occidental. Gracias a él, el cine coreano empezó a deslumbrar hasta el punto de que en 2020 la película Parásitos, de Bong Joon-ho, se convierte en la primera cinta de habla no inglesa en ganar el premio Óscar como mejor película, además de obtener el Óscar como mejor película internacional, Óscar como mejor guion original y Óscar como mejor director.

Desde su aparecimiento, Kim Ki-duk provocó controversia en su propio país, porque sin ser un acartonado de las artes cinematográficas, se atrevió a realizar un cine original y de bajos recursos, cuyos contenidos -manejados con crudeza- reflejan una Corea del Sur muy diferente a como la querían proyectar los gobernantes de turno y su protector occidental, Estados Unidos. Él en sus películas hizo énfasis en hechos criminales de robo, drogadicción y prostitución, flagelos socioeconómicos que suceden en Corea del Sur. Acciones delictivas que destapan el lado oculto de un país que se ha vendido al mundo como una joya de sociedad capitalista.

Y es que Kim Ki-duk, al provenir de una familia campesina y obrera y el mismo ser un proletario de la industria metalúrgica (por eso hasta se atrevió a construir cámaras y demás artefactos del cine), vivió y se nutrió de la vida dura de las áreas rurales y de las zonas marginales de Corea. Desde los nueve años trabajó como agricultor y a los diecisiete años incursionó como trabajador de fábricas; enseguida prestó servicio militar en la infantería marina del ejército surcoreano. Pero a la par de esa vida azarosa, como para evadir la realidad, se refugiaba en los cines de barrio. Una de las películas que más le impresionó por su contenido y la actuación de su protagonista (Anthony Hopkins) fue El silencio de los inocentes. Sin haber recibido formación técnica empezó a redactar guiones y los enviaba a cuanto concurso se enteraba.

Cocodrilo, en 1996, fue la película con la que debutó Kim Ki-duk. Trata de un marginado que vive bajo un puente a orillas de un río con su abuelo y un niño. Los tres sobreviven de ver que “toman prestado” y que venden de manera ilícita. Él vive principalmente del dinero que obtiene de las carteras que extrae de las muchachas que se ahogan en el río; por su habilidad para nadar y sumergirse en el agua es llamado cocodrilo. Su vida empieza a cambiar cuando decide salvar a una joven que se lanza al río para suicidarse.

Después de Cocodrilo proyecta Como animales salvajes, La puerta azul, La isla, Samaritan Girl, Hierro, El arco, Piedad, Hierro 3, Mala gente, Prostitución forzada, Time, Aliento, La Red…en total realizó veintitrés largometrajes de contenido y forma extravagante. Algunos dijeron que su cine choca y descoloca; incluso no faltaron quienes afirmaron que estaba loco y que su locura cinematográfica ganaba notoriedad por lo controvertido de sus temas fílmicos; el de la violencia y la prostitución, por ejemplo.

No obstante que fue discriminado por muchos críticos por catalogarlo como un “cineasta lumpen”, Kim Ki-duk obtuvo varios de los mejores premios del cine internacional, como el de los festivales de Venecia, Cannes y Berlín. En España era muy visto, desde que se hizo presentar con la película Primavera, verano, otoño, invierno…primavera. Es por ello que El País publicó un amplio reportaje un día después de su muerte.

Cuando empezó su éxito, ya con algo de dinero, Kim viajó a París y estudió pintura y escultura, artes que proyecta en algunas de sus películas. En las entrevistas cuando se le preguntaba acerca de sus estudios sobre técnicas cinematográficas siempre respondía que “Lo importante es vivir la vida. Para mí la vida es la mejor escuela.”

Fue tal su realismo para filmar que en varias ocasiones los actores sufrieron accidentes o estuvieron a punto de morir. Una actriz murió filmando una peligrosa escena. Por los filmes que reflejan sexo o prostitución fue acusado en varias ocasiones de abusos por las protagonistas, incluso de violaciones; empero nunca le comprobaron tales señalamientos.

Para responder a sus detractores realizó Arirang (2011) un documental drama de cien minutos; historia en la Kim Ki-duk interpreta tres papeles. A través del documental da a conocer sus tormentos existenciales e intenta comprender al ser humano. Algunos lo califican de extravagante, de locura kim kidukiana, en donde Kim refleja su megalomanía y narcicismo. El título del documental es sugestivo porque es el nombre de una canción folclórica de la música coreana, considerada un himno sin ser un himno nacional de manera oficial. Esta obra fue premiada en un festival de Cannes.

Kim Ki-duk falleció en la República de Letonia donde preparaba su próxima película y con las intenciones de comprarse una casa para estar muy lejos de su natal Corea del Sur. Nació en diciembre y murió en ese mismo mes. Adiós al rebelde del cine de autor, así también calificado por la prensa surcoreana.

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