Hugo Gordillo
Escritor
Los partidos socialistas y laboristas crean la Segunda Internacional, por cuya lucha se establecen el Día Mundial de los Trabajadores a finales del Siglo XIX y el de la Mujer Trabajadora a principios del XX. La coalición denuncia la política imperialista, mientras Lenin apoya la alianza entre los movimientos de independencia de las colonias y la clase trabajadora de los países invasores. Los artistas y escritores, ni vistos ni oídos contra el genocidio, la dominación y el saqueo; se entretienen en crear un arte nuevo que responda a las necesidades de las metrópolis.
Bajo la idea de Henry van de Velde, de que todas las artes deben supeditarse a las decorativas, es posible crear belleza para muchos, mediante la desaparición de la jerarquía de las artes mayores sobre las menores. Lo artesanal pasa a la categoría de arte. Además de la edificación, la escultura y la pintura; son bellos el kiosco, el poste de alumbrado de la plaza y el cenicero de alcoba. El arquitecto no solo diseña una vivienda, sino también los muebles y, el pintor la hace de carpintero, creando los marcos para sus cuadros.
El Art Nouveau, que toma diversos nombres según países o regiones, se manifiesta en el diseño gráfico, la joyería, la platería, la orfebrería, la forja, el vidrio y la cerámica. Todo es nuevo, como el nuevo arte del cine, a cuyas primeras funciones acude el público en 1895 entre el temor y la curiosidad. El elemento ornamental de este arte es la línea ondulada, asimétrica, en movimiento y enérgica, extraída de la naturaleza (hojas, flores, insectos… y su mejor creación, la mujer).
Todo principia en Inglaterra con el movimiento Arts and Crafts de William Morris, que aboga por preservar las artes y los oficios medievales en contra de la producción masiva. En la industria, el trabajador es una herramienta que pierde su creatividad y su humanidad. Las artes gráficas se desarrollan gracias al diseño de la litografía. El inglés Arthur Mackmurdo hace el primer diseño nouveau: la cubierta de un libro sobre iglesias. El diseño se encamina a la publicidad para enganchar a la incipiente sociedad de consumo.
El maestro del cartelismo Jules Chéret monta una empresa al servicio de teatros y cabarets en Francia, incluido el recién estrenado Moulin Rouge. Se expande a la promoción de licores, artículos de belleza y farmacéuticos. Toulouse Lautrec, de impresionista que pinta bailarinas y público del Moulin, pasa a ser cartelista y bebedor exclusivo del bebedero con mujeres danzantes que saltan del alegre Can-can al erótico estriptís. En medio del boom, el decorador teatral y palaciego checo, Alfons Mucha, alcanza la fama con su cartel litográfico sobre la Ópera Gismonda, para la actriz y empresaria del espectáculo Sarah Bernhardt. El artista termina en el teatro haciendo escenografías y vestuario.
Encantan demasiado los adornos de las pinturas de Mucha, que uno de los mejores joyeros de París hace alhajas con sus diseños. Enérgico y arrebatado, el austriaco Gustav Klimt, líder del movimiento artístico de la Secesión Vienesa, se enciende entre las llamas de su genialidad frente a los lienzos sobre los que aplica pan de oro, una lámina de oro batido en la pintura. Coincidentemente, es su época más dorada, donde no falta la ornamentación ni las mujeres pintadas desnudas, semi vestidas y bien vestidas con exageración y colores alegres.
Con parte de su obra se gana el mote de pornográfico y, con su vida íntima, se gana el de libertino por los burgueses. El arquitecto se encarga de encontrar la armonía equilibrada entre la ornamentación y la estructura constructiva con el uso de vidrio, hierro y madera. El belga Víctor Horta construye la Casa Tassel en Bruselas, considerada la primera obra moderna libre de derivaciones historicistas, es decir, libre de estilos anteriores. Además de esta casa habitable, construye la Mansión del Pueblo, que alberga las oficinas del Sindicato de Trabajadores Socialistas, considerada una obra maestra en la que logra la unidad perfecta entre estructura y decoración.
Otro monumentalista de la vivienda privada es el barcelonés Gaudí, quien, al remodelarla, convierte la Casa Batlló en una obra de arte modernista. Es un edificio en el cual todo está supeditado a la funcionalidad. En su etapa más naturalista, Gaudí también construye el Parque Güell, un conjunto de viviendas de gran comodidad con acabados artísticos donde se sintetizan ideales del catalanismo político. Construye la Casa Milá, que es motivo de burla en revistas satíricas, empezando por su nombre original, La Pedrera, pero se convierte en patrimonio de la humanidad. El escultor que no depende del arquitecto logra hacer algo fuera de las edificaciones. Usa mármol, marfil, bronce, metales preciosos, cerámica y vidrio.
El tema central de la escultura nouveau es la figura femenina. Las musas, aunque sensuales y sofisticadas, padecen del mal del siglo: la melancolía. Se les esculpe sofisticadas, pero con la fragilidad de hombros estrechos. Esa debilidad es interpretada como morbosa y demoníaca. Es en Barcelona donde Lambert Escaler realiza el sueño de Morris al producir terracotas con calidad artística a bajo costo. Obras producidas en serie que reciben un tratamiento especializado, donde se sintetizan modernidad, tradición, arte y manualidad, que llevan el artefacto casero a la categoría de pieza artística.