Joan Margarit (Sanahuja, Lérida, 11 de mayo de 1938), arquitecto y poeta español, ganó el Premio Cervantes 2019; en una entrevista de Matías Déspolo publicada en El Cultural el 8 de enero de 2021, Margarit nos dijo: Si alguna cosa funciona en la poesía es la verdad. Si la poesía es comedia, mejor no sigas. Y la verdad es de muy difícil acceso, te ha de coger leído. Con las dificultades que tienes a los setenta u ochenta años no puedes empezar de cero con la poesía. El lector de poemas necesita una preparación, no es un pasatiempo para cuando te jubilas. (…) La verdad no siempre es bella, verdad y belleza no siempre van de la mano, éste es el gran equívoco romántico. La nuestra es una especie muy dudosa, por eso cubre tanto, se peina y se falsifica tanto.

No tires las cartas de amor

No tires las cartas de amor
ellas no te abandonarán.

El tiempo pasará, se borrará el deseo
-esta flecha de sombra-
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.

Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.

El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.

La espera

Te están echando en falta tantas cosas.
Así llenan los días
instantes hechos de esperar tus manos,
de echar de menos tus pequeñas manos,
que cogieron las mías tantas veces.

Hemos de acostumbramos a tu ausencia.
Ya ha pasado un verano sin tus ojos
y el mar también habrá de acostumbrarse.
Tu calle, aún durante mucho tiempo,
esperará, delante de tu puerta,
con paciencia, tus pasos.

No se cansará nunca de esperar:
nadie sabe esperar como una calle.
Y a mí me colma esta voluntad
de que me toques y de que me mires,
de que me digas qué hago con mi vida,
mientras los días van, con lluvia o cielo azul,
organizando ya la soledad.

Fábula

Pequeña y faldera, la moral
era una perra de esas que ladran sin cesar,
fea como una rata. Todo el día incordiando,
husmeando al perro lobo de la vida
que, indiferente y fuerte, apenas la miraba.

Hoy lo he visto pasar hacia el jardín,
llevaba la moral entre los dientes,
cogida por el cuello, asustada, encogida.
Ya no ladraba, daba unos chillidos
desafinados y espeluznantes,
pero la vida, con su firme paso
de lobo, la ha llevado entre los árboles
llenos de pájaros, y allí
le ha roto el espinazo y después
se ha tumbado a su sombra.

Hoy he hecho limpieza de mis libros,
o sea, de mi tiempo.
De Simone de Beauvoir los tiro todos.

Principios y finales
Una vez fui una chica con futuro.
Leía en latín a Horacio y a Virgilio
y recitaba a Keats completo de memoria.

Al entrar en sus cuevas, los adultos
me capturaron: comencé a parir
hijos de un hombre necio y vanidoso.
Ahora cuando puedo lleno el vaso
y lloro al recordar algún verso de Keats.

Una mujer ignora, cuando es joven,
que no hay lugar alguno
donde poder quedarse para siempre.
Y no comprende porque nunca llega
aquel o aquella donde hallar descanso.

Las muchachas lo ignoran: los principios
no se parecen nunca a los finales.

Saturno
Destrozaste mis libros de poemas.
Los lanzaste después por la ventana.
Las páginas, extrañas mariposas,
planeaban encima de la gente.

No sé si ahora nos entenderíamos,
viejos, exhaustos y decepcionados.
Seguramente no. Mejor dejarlo así.
Querías devorarme. Yo, matarte.
Yo, el hijo que tuviste en plena guerra.

Selección de textos por Gustavo Sánchez Zepeda.

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