Margot Robbie en una escena de "Dreamland" en una imagen proporcionada por Paramount Pictures. Foto la hora: Ursula Coyote/Paramount Pictures via AP)

Por JOCELYN NOVECK 

AGENCIA AP

Polvo, polvo y más polvo. El árido paisaje de Texas de «Dreamland», el drama de Miles Joris-Peyrafittem ubicado en la era de la Gran Depresión, está repleto de polvo gris que vuela por los campos y cubre todo a la vista.

De pronto entra como un rayo en la pantalla — como «un murciélago salido del infierno», como dice un personaje — la asaltante de bancos Allison Wells interpretada por Margot Robbie, con su gran carisma, sensualidad y glamour de la vieja escuela. Está sangrando y está sucia, pero es glamorosa. 

Robbie siempre ha dado la impresión de ser una verdadera estrella de cine, pero colocarla en la década de 1930 lo confirma. Como las mejores diosas de la era dorada de Hollywood, puede quemar la pantalla con la sola mirada de sus ojos azules.

Allison, un personaje ficticio, hace guiños evidentes a Bonnie Parker, la forajida real interpretada por Faye Dunaway en «Bonnie and Clyde» («Bonnie y Clyde»). Sólo que aquí su Clyde se ha ido; le dispararon en su más reciente atraco y Allison está sola y herida.

Ahí es donde entra Eugene Evans (Finn Cole), el influenciable joven que cae rendido ante los encantos de Allison. La historia, de hecho, es suya, y la narra su media hermana menor, Phoebe, décadas después. (Phoebe es interpretada por Darby Camp como una niña dulce y valiente, pero no empalagosa).

Nos enteramos de que el padre de Eugene lo abandonó cuando era niño, dejándolo con tan sólo una postal que el joven lee una y otra vez, esperanzado de una eventual reunión en México. Mientras tanto, el nuevo esposo de su madre, un asistente de sheriff enojón (Travis Fimmel), crea en casa un ambiente opresivo.

La vida es precaria; el campo ha sido diezmado por una serie de tormentas de arena. Eugene tiene una vida monótona salpicada por la emoción ocasional de, por ejemplo, robar una revista de detectives de un puesto de periódicos. Un día escucha sobre Allison, cuyo más reciente atraco dejó cinco muertos, incluyendo una niña. La recompensa por su cabeza es de 10.000 dólares, y podría estar escondida cerca.

Poco después Eugene encuentra a Allison en su propio establo. No le toma mucho tiempo enamorarse de ella, y la esencia de la película es esta seducción. La historia no es extraordinaria, incluso podría decirse que es simple — no hay giros o cambios sorpresivos, ni grandes lecciones en el guion de Nicolaas Zwart — pero la relación entre sus protagonistas es muy entretenida.

Y no sólo por la siempre impresionante Robbie, que también produce la película; Cole también es memorable como un joven luchando no sólo entre el bien y el mal o el deseo y el honor, sino entre la juventud y la adultez.

También es de admirar la evocadora cinematografía de época de Lyle Vincent — prácticamente se puede sentir el polvo en los ojos — y la diestra dirección de Joris-Peyrafitte, más aún siendo su segundo largometraje y aún estando en su veintena. (En algún momento su edad no será un tema a mencionar, pero todavía no llegamos a ese punto). Una de las decisiones más interesantes del director fue presentar la realidad de Eugene en pantalla panorámica y su mundo soñado en formato 8 milímetros, que da la impresión de un video casero, mostrando a Allison y Eugene jugando en la playa en momentos que quizás nunca ocurran.

Pero de vuelta al establo, Eugene toma la decisión crucial de no entregar a Allison y reclamar la recompensa que pudo haber salvado la granja de su familia. Primero le saca una bala de la pierna. Aun no da el salto para acompañarla en su vida de crimen y ser su Clyde (Cole, por cierto, se parece a las fotos del verdadero Clyde). 

Aun así, es claro hacia dónde va. La etapa final de la inevitable seducción ocurre en la ducha de un cuarto de motel y está filmada de una manera original: durante la mayor parte de la escena, sólo vemos a Eugene.

El efecto de esto, una de las escenas destacadas de la película junto con un robo de banco vívidamente coreografiado y una confrontación en el clímax hermosamente realizada, te lleva a enfocarte con mayor intensidad en la batalla que atraviesa Eugene en cuerpo y alma. A estas alturas ya está tan enamorado que parece dispuesto a aceptar las mentiras de Allison. 

«No soy una asesina», insiste ella. Pero incluso esa afirmación dudosa no es el punto real. Está matando a Eugene ante nosotros.

«Dreamland», un estreno de Paramount, tiene una clasificación R (que requiere que los menores de 17 años la vean acompañados de un padre o tutor) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por escenas de violencia, diálogos y desnudos o escenas de carácter sexual. Duración: 98 minutos. Tres estrellas de cuatro.

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