Hugo Gordillo
Escritor

Cuando el Manifiesto Comunista nace en Alemania y se crea la Primera Internacional de Trabajadores, el capitalismo ya tiene un siglo de volar en Inglaterra. La Revoluci—n Industrial se expande globalmente a pesar de las luchas de pol’ticos y trabajadores por reducir las horas de trabajo y eliminar el empleo nocturno de mujeres y ni–os. El triunfo de la econom’a urbana y mecanizada sobre la rural y comercial se celebra en 1851 desde el Palacio de Cristal, una ventana donde se puede ver el primer mundo hacia adentro y el tercer mundo hacia afuera. Francia viaja en el tren de la nueva econom’a, pero arropada de vieja pol’tica con el Golpe de Napole—n III, que instaura el Segundo Imperio. En 1855 organiza la Exposici—n Universal de Par’s con productos agr’colas, industriales y art’sticos. En lo industrial destaca la m‡quina de coser, que introduce la moda en el mundo. En arte sobresalen pintores de la Escuela de Barbiz—n que creen en experimentar directamente con la naturaleza y trabajar al aire libre.

Todos inspirados en el positivismo que afirma que el conocimiento autŽntico es cient’fico, incluidos el del del ser humano. Los artistas expresan el rechazo a la industrializaci—n volc‡ndose al paisaje y a la cotidianidad de la pobreza rural y urbana. Los sembradores, las espigadoras que recogen granos de desecho para completar su mala paga de sobrevivencia y labriegos enterrando a su bebŽ muerto, son obras censuradas por la burgues’a, que acusa a Millet de socialista. Mayor acusaci—n recibe Courbet, se–alado de revolucionario peligroso. Tan escandaloso socialmente que se va preso, pero tambiŽn en el arte, ya que es el primer pintor en incluir el vello pœbico en ÒEl Origen del MundoÓ. Representa los placeres burgueses de la corrompida civilizaci—n urbana y su contrapartida, la dura vida campesina, como parte de la denuncia pol’tica del Realismo.

La Revoluci—n Industrial empuja la proliferaci—n de la prensa ilustrada con el invento de la fotograf’a, donde tambiŽn se cuela la caricatura. El gran dibujante es Daumier, que no solo lleva la caricatura pol’tica a los peri—dicos, sino a la escultura. Pinta picapedreros, cuyo trabajo es hecho hoy por ni–os en AmŽrica Latina, as’ como vagones de tercera clase en trenes de pasajeros, similares al humillante servicio de transporte urbano de Guatemala. Aunque los artistas siguen el texto acadŽmico que define la escultura como imitaci—n selectiva de la naturaleza, los escultores dependen de mecenas burgueses. No son libres como los pintores que ponen sus obras en el mercado. Carpeaux esculpe ÒLa DanzaÓ para la îpera de Par’s, pero es calificada de obscena y demasiado realista. Ante los ataques del pœblico, la obra es trasladada a un museo.

La revoluci—n industrial necesita de f‡bricas y dep—sitos, produce nuevos materiales y nuevas tŽcnicas de construcci—n (seriada y modular) que implica edificios verticales, puertos, puentes y estaciones ferroviarias. Nueva York es el claro ejemplo del hierro y concreto en cualquier direcci—n citadina. Haussmann reconstruye Par’s y genera dos opiniones: el que destruye la ciudad medieval y el que construye la ciudad moderna. Para ello desaloja a los obreros pobres de sus viviendas. Coloca cuarteles estratŽgicos y tiende anchos bulevares que impiden hacer barricadas revolucionarias y permiten el ingreso de tropas por los costados. Aplastados los movimientos revolucionarios, la burgues’a se solaza en sus nuevas casas con arte decorativo de paredes, literatura de entretenci—n y escena musical de opereta. El teatro que encarna su triunfo sobre el proletariado, se convierte en el mayor medio de reproducci—n de la ideolog’a dominante. Scribe lleva a las tablas los principios econ—micos y los valores morales y sociales burgueses, centr‡ndose en el matrimonio y la familia como garantes, no solo de los sentimientos nobles, sino de la propiedad.

Las mujeres de dudosa reputaci—n no tienen cabida entre la chusma con dinero. La mayor’a del arte importante est‡ en manos de la oposici—n y es apedreado por el oficialismo que disfruta de lo agradable y placentero como art’stico. El arte al servicio de la ciencia se expresa con m‡s profundidad en la novela. A las historias agitadoras de Flaubert, Balzac y Zola, se contraponen las de Feuillet, que plasma la vida burguesa elegante como gran ideal de civilizaci—n humana. Cr’tico de arte, Baudelaire, el profeta de la poes’a moderna, dice as’ de quienes rechazan el Realismo: todos los imbŽciles de la burgues’a que pronuncian las palabras inmoralidad, moralidad en el arte y dem‡s tonter’as, me recuerdan a Luise Villedieu, una puta de cinco francos que me acompa–— al Louvre, empez— a sonrojarse y a taparse la cara. Me preguntaba ante las estatuas y cuadros inmortales c—mo pod’an exhibirse semejantes indecencias.

En Inglaterra, la Hermandad Prerrafaelita (Realista) es atacada por el peque–o burguŽs Dickens debido al ÒCristo en la casa de sus padresÓ, de Millais, al que acusa de tratar a la Sagrada Familia como un grupo de borrachos. Dickens, productor de novelas en serie, aboga por la paternidad y la generosidad burguesa, as’ como el paciente sacrificio de campesinos y proletarios. Cree que una revoluci—n es peor que la explotaci—n, como muchos clasemedieros piensan que el capitalismo salvaje actual puede enmendar su bestialidad, mientras devora a la persona y al universo que le rodea.

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