Cuarta parte

Mario Roberto Morales
Miembro de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española

El “significante flotante” de la voluntad presidencial articula el sentido de lo que se habla: la palabra “contó” de súbito es interpretada por don Juan según este sentido presidencial y Cara de Ángel la resitúa en el sentido contrario. Pero este sentido contrario, por ser contrario, cae en el “vacío”, en la inconsciencia de lo reprimido. Por eso a Cara de Ángel le parece que aquellas personas no hablan “español”, es decir, el código lingüístico general cuyo sentido se altera mediante la acción del “significante flotante” de la voluntad presidencial. Este vacío es, como aparece en la última línea de la cita, especular, pero el espejo está ausente: es la ausencia de la conciencia de lo real, la ausencia del objeto reprimido que es a la vez presencia reprimida. Y esta es la condición de todos frente al poder:

… Nicomedes Aceituno escribe informando que a su regreso a esta capital, de donde sale frecuentemente por asuntos comerciales, encontró en uno de los caminos que el letrero de la caja de agua donde figura el nombre del Señor Presidente fue destrozado casi en su totalidad, que le arrancaron seis letras y otras fueron dañadas. (…)
…Nicomedes Aceituno, agente viajero, pone en conocimiento que el que desperfeccionó el nombre del Señor Presidente en la caja de agua fue el tenedor de libros Guillermo Lizazo, en estado de ebriedad.
… Casimiro Rebeco Luna, manifiesta que ya va a completar dos años y medio de estar detenido en la Segunda Sección de Policía; que como es pobre y no tiene parientes que intercedan por él, se dirige al Señor Presidente suplicándole que se sirva ordenar su libertad: que el delito de que se le acusa es el de haber quitado del cancel de la iglesia donde estaba de sacristán, el aviso del jubileo por la madre del Señor Presidente, por consejo de enemigos del gobierno; que eso no es cierto, y que si él lo hizo así, fue por quitar otro aviso, porque no sabe leer.
… Tomás Javelí participa su efectuado enlace con la señorita Arquelina Suárez, acto que dedicó al Señor Presidente de la República” (163, 164,165).

Y justamente porque esta es la condición de todos frente al poder (incluyendo al maestro que despotrica discursos altruistas en la cárcel y al estudiante que sólo sale de ella para irse a su casa), éste sigue articulándose a sí mismo indefinidamente en el deseo colectivo. Esta podría considerarse como una razón válida por la que la novela termina sin solución al problema del poder dictatorial: porque el poder continúa articulándose a sí mismo en el deseo humano, no importa el régimen político. Y esto quizás lo habría comprendido Asturias también respecto de la democracia. Nadie tiene, en sí mismo y como tal, el poder (ciertamente, no lo tienen los dirigentes ni las clases dominantes). Este se articula gracias a la identificación de quienes lo padecen con quienes lo ejercen. El poder es una relación social. Y tal vez por haberlo comprendido es que Asturias planteó su utopía final como pospolítica, esotérica e individual.

La dualidad resuelta en tríada: Señor Presidente-Cara de Ángel-Asturias funciona en el plano del inconsciente del autor, y también estructura la novela a partir de la dualidad resuelta en tríada: Quetalcóatl-Tezcatlipoca-Quetzalcóatl, la cual está remitida a una visión de mundo dialéctica en la que la dualidad y su resolución constituyen la fuente del desarrollo en general. Este hecho aparece en el texto en forma de una revelación que le ocurre a quien vive más en la fantasía y el sueño que en la realidad: nada menos que a quien es el factor desencadenante de todo el paroxismo de la acción: al Pelele. Efectivamente, es a él a quien se le revela lo que Asturias percibe como la dualidad especular de la vida, vista como factor estructurador de lo real:

—¡Soy la Manzana-Rosa del Ave del Paraíso, soy la vida, la mitad de mi cuerpo es mentira y la mitad es verdad; soy rosa y soy manzana, doy a todos un ojo de vidrio y un ojo de verdad: los que ven con mi ojo de vidrio ven porque sueñan, los que ven con mi ojo de verdad ven porque miran! ¡Soy la vida, la Manzana-Rosa del Ave del Paraíso; soy la mentira de todas las cosas reales, la realidad de todas las ficciones! (26-27).

Dualidad a la vez andrógina y asexuada (ángel) en Cara de Ángel:

“El que le hablaba era un ángel: tez de dorado mármol, cabellos rubios, boca pequeña y aire de mujer en violento contraste con la negrura de sus ojos varoniles” (29).

Dualidad que es partición consciente y, por ello, rechazo de la contraparte en una desconstrucción de la razón cartesiana, quizás como metáfora del hecho de que el liberalismo iluminista fue dictatorial en América Latina:

—Y con lo que tenemos podemos vivir en cualquier parte; y vivir, lo que se llama vivir, que no es estarse repitiendo a toda hora: “pienso con la cabeza del Señor Presidente, luego existo, pienso con la cabeza del Señor Presidente, luego existo…” (273-4).

Por eso, porque rechaza a su contraparte (que es él mismo), Cara de Ángel actúa como Guacamayo, como espejo engañador de la misma, del objeto de su identificación, el cual nunca quiere alcanzar y por esa razón lo desea:

—¡Yo, el primero, Señor Presidente, entre los muchos que profesamos la creencia de que un hombre como usted debería gobernar un pueblo como Francia, o la libre Suiza, o la industriosa Bélgica o la maravillosa Dinamarca!… Pero Francia… Francia sobre todo… ¡Usted sería el hombre ideal para guiar los destinos del gran pueblo de Gambetta y Víctor Hugo!” (40).
(…)
—Extraño, ya lo creo, para un hombre de la vasta ilustración del Señor Presidente, que con sobrada razón se le tiene en el mundo por uno de los primeros estadistas de los tiempos modernos; pero no para mí (231).

El hecho de que el Guacamayo-Cara de Ángel es consciente (y, por ello, redimido) de su condición rastrera y servil, aparece evidente cuando el tirano se burla de su matrimonio in extremis con Camila.

Cara de Ángel se puso el vaso como freno para no gritar y beberse el ‘whisky’; acababa de ver rojo, acababa de estar a punto de lanzarse sobre el amo y apagarle en la boca la carcajada miserable, fuego de sangre aguardentosa. Un ferrocarril que le hubiera pasado encima le habría hecho menos daño. Se tuvo asco. Seguía siendo el perro educado, intelectual, contento de su ración de mugre, del instinto que le conservaba la vida. Sonrió para disimular su encono, con la muerte en los ojos de terciopelo, como el envenenado al que se le va creciendo la cara (232).

Esta conciencia de lo real (que redime) tiene una dimensión social también, pues el favorito no puede evitar mirarse en los espejos del pueblo enfermo:

Cara de Ángel se arrancó el cuello y la corbata, frenético. Nada más tonto, pensaba, que la explicacioncilla que el prójimo se busca de los actos ajenos. Actos ajenos… ¡Ajenos!… (…) Las sirvientas le habían informado por menudo de cuanto se contaba en la calle de sus amores (147).

Es sólo en el sueño que el favorito articula el sentido de lo real de una manera enteramente satisfactoria, que consiste en el vaciamiento de significados de la dictadura para dejarla tal cual: como algo que es “válido” sólo en su enunciación, sólo como significante y no como significado; validez que se mantiene por y que es el poder. Es en la “indiferencia” de lo real —lo cual resiste simbolización— el lugar en que él asume la realidad de este sinsentido total, y este lugar está situado en el sueño. Por eso sueña con que:

Camila resbala entre patinadores invisibles, a lo largo de un espejo público que ve con indiferencia el bien y el mal (190).

En tanto que el Señor Presidente es el lado oscuro de Quetzlcóatl y Cara de Ángel su lado luminoso, la identificación de éste con aquél es tal que causa su perdición, tal como ocurre con la identificación de Lida Sal con su imagen especular (falsa por disfrazada), la cual provoca su caída final dentro del espejo.1 Pero no causa la caída de Asturias. Asturias, autor, autoinvestido ya como encarnación de Quetzalcóatl desde las primeras páginas de Leyendas de Guatemala, explora simultáneamente su lado oscuro en El Señor Presidente.2 Y al explorar su lado oscuro, Kukulkán-Asturias se distancia crítica, irónica y poéticamente de su objeto de investigación y es por eso que logra desplegar con impecabilidad la guerra de espejos en la novela que nos ocupa. Asturias no participa del “signifcante flotante” que da sentido a las vidas de los personajes de su novela y al pueblo retratado en ella, en un nivel consciente. De esta manera, el autor se instituye como una conciencia ubicada en un sitial superior al que ocupa la deidad-Presidente y su contraparte Cara de Ángel, en virtud de la conciencia crítica y distanciada que tiene respecto del “significante flotante” y del universo simbólico que éste potencia. Por esto mismo, el objeto de deseo del autor no es ninguna de las polaridades de la deidad que articula el “sentido común” ficcional, sino la integración de esas polaridades en una síntesis que en la novela no aparece explicitada pero que constituye el eje de su enunciación: la conciencia distanciadora y crítica que evidencia al “significante flotante” dictatorial como estúpido, traumático, irracional y vacío de sentido. En otras palabras, Asturias asume el elemento reprimido del poder (consistente en que éste no tiene justificaciones en significado alguno) y opta por la locura de estar cuerdo al asumir el sinsentido político y social de la tiranía. Por eso los supuestos valores de ésta (Paz, Orden, Progreso) aparecen ridiculizados, parodiados, carnavalizados, vistos como lo que son y no como lo que dicen ser. Esto no se contradice con el hecho de que nuestro autor permanezca inconscientemente identificado con la deidad presidencial y con el poder. El distanciamiento es un operativo eminentemente intelectual que a menudo se traslapa pero no se funde con el deseo. El distanciamiento se remite a los intereses (de clase, políticos), mientras que el deseo se remite a nuestra propia conformación como sujetos deseadores, vivos, irracionales, afectivos.

Ya en los años en que escribía sus dos primeros libros, el joven Asturias tenía una conciencia clara de que el significado ausente de los órdenes políticos obedecía a una relatividad brutal remitida al poder de las élites, y que este poder tenía una “validez” per se; es decir, que no se fundaba en ninguna significación esencial. Esta conciencia es el elemento ideológico articulador de El Señor Presidente y aparece explícito en un interesante artículo periodístico publicado en el diario El Imparcial, de Guatemala, el 17 de febrero de 1927, titulado “Así se escribe la historia”, algunos de cuyos fragmentos dicen así:

Uno de los presidentes de América murió de cáncer en… No decían en dónde los periódicos oficiales, pero la verdad es que murió de estar sentado en la silla de oro que no falta quienes llaman solio. Al día siguiente de sus funerales, su pueblo discutía si había sido un buen o un mal gobernante. (…)

Los más sabios y políticos de la localidad se reunieron: en el fondo de ellos mismos, un sentimiento más fuerte que sus conveniencias les llevó al convencimiento pleno de que el gobernante recién muerto había sido malo.

¿Qué hacer?…

La solución la proporcionaron los más viejos. No se le juzga, dijeron al pueblo, porque el hombre ya pertenece a la historia… (…)

Y mientras las víctimas se repetían, lo juzgarán las generaciones venideras, otros de los viejos, los más políticos, recomendaron a los historiadores del partido del presidente muerto que escribieran la historia”. 3

La versión de la historia es relativa y obedece no a una necesidad esencial remitida a la Verdad, sino a una necesidad contingente remitida al poder, el cual se funda en la irracionalidad. Por eso el Señor Presidente es un dios y su voluntad constituye el “significante flotante” que, para ser aceptado y funcionar como Ley, debe disfrazarse de valores liberales. Evidenciar este hecho a lo largo de toda la narración es el triunfo del Kukulkán-Asturias ya convertido en Estrella de la Mañana, en dios transfigurado en astro que prodiga luz (la luz del entendimiento) y que ha ascendido al cielo luego de haber bajado al purgatorio de su dictadura; de la dictadura interiorizada en el pueblo por el propio miedo a ser consciente del vacío de los significados que articulan su falso ser. Una vez realizada esta hazaña, Asturias asciende y deja a su pueblo en el purgatorio, orando por las ánimas benditas para que éstas lo favorezcan, presa de la superstición y la sumisión a la magia, apuñuscado en su miedo al final de una calle sin salida. Pero Asturias le deja al pueblo su palabra, la Palabra consciente; una palabra distanciada, deconstructora y desmitificadora de la dictadura política y de la autodictadura ideológica. Esta palabra es la llave (la clave) para que su pueblo salga de la prisión externa, política y militar, y de la prisión en la que se ha convertido su propia mente; una mente identificada con el poder, con la autoridad y el autoritarismo, y con el Señor Presidente. Una mente que aún no renuncia al sufrimiento pero que ya tiene a su alcance la clave para ser libre.

Asturias, pues, no sólo es el Señor Presidente y es Cara de Ángel, sino es, sobre todo, la fisura, la superación de ambas polaridades por medio de la plena conciencia del vacío en que se asienta su poder.

Notas
1“No había disfraz más vistoso que el traje de ‘Perfectante’. Calzón de Guardia Suizo, peto de arcángel, chaquetilla torera. Botas, galones, flecos dorados, abotonaduras y cordones de otro, colores firmes y tornasolados, lentejuelas, abalorios, pedazos de cristal con destellos de piedras preciosas” (El espejo de Lida Sal 19). Cómo no pensar, al contemplar este pastiche, en la imagen de Martí cuando expresa los elementos inconexos de un mestizaje que todavía no tiene una identidad propia, diciendo: “Eramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos un máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España”. “Nuestra América”. José Martí. Antología crítica. Susana Redondo de Feldman y Anthony Tudisco. New York: Las Américas Publishing Company, 1968: 249.
Para Asturias, esta identidad pretendida y falsa se paga muy caro: con la identificación de imagen y espejo, que es la muerte de la imagen.
2 No olvidemos que las Leyendas se publican en Madrid en 1930 y luego en Buenos Aires en 1948, y que El Señor Presidente se escribe entre 1922 y 1932. Es decir que las Leyendas brotan en medio de la hechura del El Señor Presidente.
3 Periodismo y creación literaria 163-64.

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